Vulnerabilidad para crear nuevos paradigmas_

Siempre desconfía de quien te hable de vulnerabilidad si esa persona no está dispuesta a serlo. 

Me pone nervioso y a veces me aterra que nadie se inscriba a mi curso. Otras cosas en mi vida me dan miedo, pero la que me pone en el mayor sentido de insuficiencia, es esta. 

¿Por qué? ¿Por qué si hay cosas más importantes o más difíciles, ésta es la que me hace repetirme una y otra vez que “no valgo” y que “no importo”?

Lo que creo que sucede es que cada vez me apego más a la idea de que yo soy “maestro” y “doy cursos”. Y cuando esa identidad se ve amenazada, sufro.

Esa es la naturaleza del apego. Todo lo que se ataja a nuestra identidad se vuelve un tema de vida o muerte para nuestra psique y nuestro ego. Lo que sea que amenace la historia que nos contamos de nosotros mismos, lo que amenace nuestra verdad (o lo que queremos que sea verdad), nos pone automáticamente en modo defensivo.

Este mismo engranaje es uno de los mecanismos subyacentes que impiden los cambios de paradigma. 

Me explico. Por definición, el paradigma es un modelo que no se percibe como modelo sino como verdad. Si todo lo que siempre hemos visto, escuchado y tocado es de cierta forma determinada, esa forma determinada es sinónimo de verdad. Ella dicta lo que hacemos, lo que no hacemos, nuestro lenguaje, nuestro rol en la sociedad y las etiquetas con las que vamos caminando por la calle: hombre, médico, ingeniero, papá, astronauta. 

Cuando se trata de “cambiar de paradigma” no es únicamente reformar las leyes, cambiar las instituciones de gobierno y empresariales, mejorar los programas académicos y actualizar las narrativas colectivas, sino también, observar y soltar la historia que nos contamos de nosotros mismos, es decir, nuestra identidad. 

¿Cómo un médico va a tirar a la basura 20 años de entrenamiento y experiencia clínica con pacientes crónicos con resultados no muy favorecedores? ¿Cómo un empresario puede decidir dejar de vender cigarros en sus farmacias cuando sabe que eso afectará sus ingresos? ¿Cómo un nutriólogo se puede atrever a hablar de psicología y emociones? ¿O un ingeniero comenzar a perseguir su sueño de convertirse en coach?

Aquí es cuando la vulnerabilidad juega un rol fundamental. 

Vulnerabilidad es permitirnos ser vistos por nosotros mismos y por los demás, sobre todo aquellas cosas que nos hacen sentir insuficientes, tontos, locos o hasta malos. Si hay algo que te da culpa contar, si hay algo que te da vergüenza, o tienes un secreto que no quisieras compartir, es buen indicio de que esa historia tiene cierto poder sobre tu identidad. Y en la mayoría de los casos puede ser una situación que te tiene agarrado de manos, haciéndote sentir impotente o insuperablemente frustrado.

Visualizamos el paradigma que nos hace ser como somos y tenemos infinitas ganas de cambiarlo, pero el problema es que creemos que una pistola más grande, un poco más de estatus, o más ______________ (llena el blanco) nos permitirá finalmente romper las cadenas del paradigma antiguo y poder vivir la vida o ejercer la profesión que queremos.  

Y cuando estamos buscando armas, títulos, dinero, y otras formas de fortalecernos, tal vez lo que estamos evitando es la aceptación de que aún en un nuevo paradigma, seguiremos siendo frágiles y no tendremos todas las respuestas. 

Nos emociona el cambio, siempre y cuando las estructuras sociales y políticas de allá afuera cambien y no me tengan que confrontar con mis heridas del pasado o con exponerme abiertamente a decirle al mundo lo que yo quiero ser. 

Tal vez el verdadero cambio de paradigma a nivel colectivo no es otra cosa que el atrevimiento de cada individuo a vivir su verdad de forma abierta, humilde y transparente. Tal vez el nuevo paradigma es estar presente ante la completa fragilidad que somos sin correr a refugiarnos, sin culpar a las fuerzas sistémicas, sin culpar a nuestros padres y maestros, sin justificar nuestra falta de tiempo, sin esconder los miedos que tenemos por querer vivir o trabajar de otra forma. 

Para ello tenemos que compartirnos. Esta es la única forma de acercarnos de verdad y la única manera de dejar de permitir que nuestro pasado, nuestras heridas y nuestra identidad, sigan dictando nuestras expectativas del futuro y nuestro poder para crearlo. Nos compartimos porque nos queda claro que no hay forma de sanar en aislamiento, y que sanar colectivamente es al mismo tiempo un acto de co-creación de futuros. 

Yo sostengo para ti un espacio para que tú me cuentes tu historia. Tú sostienes un espacio para que yo te cuente la mía. Y desde ahí, ambos continuamos creando el espacio para que nuestras historias del futuro, la identidad que queremos crearnos hacia adelante, pueda vislumbrarse y poco a poco materializarse. Esta es la co-creación de paradigmas. 

El médico que nos cuenta que en la residencia su compañero se suicidó; la médica que nos habla del abuso que tuvo por parte de sus superiores al comenzar sus prácticas clínicas; la nutrióloga que está perdiendo su matrimonio porque su esposo no quiere que trabaje tanto, además de sentirse culpable por valorar su trabajo cuando la sociedad le pide que solo esté cuidando a sus hijos; el empresario de la salud que está en crisis porque su empresa tiene el sueño de vender prevención y bienestar cuando lo único que le da ingresos es la enfermedad; el director de publicidad que puede perder su trabajo por sugerir campañas de empoderamiento en vez de los acostumbrados anuncios vacíos que generan consumo adictivo; la arquitecta que no quiere tener que escoger entre la rentabilidad del proyecto y su impacto en el medio ambiente; la psiquiatra de tercera generación en su familia que está siendo marginalizada por su linaje de médicos por recomendar yoga en vez de Valium. 

El nuevo paradigma de nuestra historia individual y nuestra salud colectiva depende de que contemos estas historias, no solo para sanarlas, sino para encontrar nuevas narrativas, lenguajes y patrones sociales que no las sigan perpetuando. Y que la mismo tiempo, no sea un nuevo paradigma arrogante que se presuma como la solución a todos los males. 

Más aún, el nuevo paradigma no es la completa insurrección social, educativa, económica y política de todo lo que hemos hecho mal, sino la sutil, amorosa y humilde realización de que estamos conectados a través de nuestras fragilidades. Desde la fragilidad de nuestras emociones y las dudas sobre nosotros mismos, hasta la fragilidad del tejido social, el sistema de salud y el equilibrio de la temperatura planetaria. Esa conexión, ese sentido de pertenencia a uno mismo y a todos al mismo tiempo, es la fuerza con la que la sociedad, la economía, la educación y la política continuarán en su proceso de hallarse y construirse para el futuro.

A menudo caigo en cuenta de que mis deseos, no es que sean utópicos, pero sí son cosas que llevarán mucho tiempo. Y está bien. Porque, así como soy el maestro que soy en este momento, también tomará mucho tiempo seguir construyendo al maestro que quiero ser. Y ojalá nunca termine, así como tampoco quiero que terminen nuestros procesos de co-crear nuevos paradigmas de salud y bienestar. No en 5 años, no en 20, no en 100. 

Que los co-creadores de paradigmas siempre generemos más y más espacio para la danza entre el pasado y el futuro, y que siempre tengamos el privilegio de sentir la completa fragilidad y compleja grandiosidad de nuestra identidad cambiante. 

Que la vulnerabilidad sea el vértigo experimentado por la posibilidad de co-creación que nos eleva y no el vértigo intoxicante que nos hace ver para abajo y aterrarnos por las mil formas en las que podemos caer.

 

Gracias por sostener mi historia. 

 

Victor Saadia3 Comments