Tan lejos en el horizonte_
Hace unas semanas escribí que todo estaba frente a mi nariz. Me sentí conectado. Presente. Atento y entusiasmado por el futuro. Pero estas últimas semanas fueron todo lo contrario. Estuve desconectado. Ausente. Disperso y agobiado por el futuro.
Y lo peor/interesante es que nada sustancialmente cambió en mi mundo para que eso sucediera.
Justo como dicen los chinos: Todo esta justo enfrente de tu nariz Y tan lejos en el horizonte.
No tiene caso ir a los detalles de la historia. Siempre son variaciones de lo mismo: algo detona una ansiedad que se acumula con otra. Luego te brincas uno de los hábitos saludables (comer bien, dormir bien, hacer ejercicio, meditar, bañarte con agua fría, escribir tus agradecimientos, el que sea). Luego le hablas mal a tus hijos o a tu esposa o a ti mismo, luego te brincas otro hábito de los que te mantienen en equilibrio y empieza un sentimiento de malestar que pronto se convierte en victimización. Unos días después ya no sabes bien donde empezó todo, solo te despiertas de mal humor y tu día se vuelve una espera para que llegue la noche para que nada te moleste. Muy pronto, ya eres tú tu peor persona. Te incomoda tu piel, te incomodan tus pensamientos, te incomoda la idea de ser tu mismo. Te pierdes en un espiral de cansancio y agobio, y andas viendo el mundo con cara de que todo huele feo.
¿Cuántos de nosotros no hemos estado en una montaña rusa emocional últimamente? Mi esposa dice que son los astros. Mercurio en retrogrado y Saturno medio perdido en su elipse alrededor del sol. Puede ser. A estas alturas, no me queda duda la interconexión que tenemos con lo micro y lo macro. No me queda duda de que SOMOS lo micro y lo macro y que nuestras experiencias humanas siguen siendo interpretadas a través de un lenguaje primitivo, trivial y demasiado pequeño.
Y en ese lenguaje pequeño, que crea un mundo pequeño, nos perdemos en círculos de escasez: Escasez de tiempo. Escasez de dinero. Escasez de piezas que nos faltan para completar nuestro rompecabezas. Cuando, realmente, estas piezas nunca dejaron de estar en la mesa frente a nosotros.
Que peligrosa es mi propia mente. Cuando entro en estos espirales me asombro al ver lo dañino que puedo ser para mi mismo. Y lo difícil que a veces parece salir de ahí.
Una confrontación especial que he tenido -y que no quiero dejar de mencionar por evitarme la vergüenza-, es la sutil, amable y muy real confrontación que mi esposa me expone de mi propia incongruencia. Me ve hablando y dando clases, escribiendo y haciendo yoga, pero en mis acciones domésticas, estoy perdido en mi mundo y ausente del mundo. Me reclama lo que ahora veo es lo que más podemos llegar a culpabilizar a otras personas y es el hecho de hacernos perder el tiempo.
¿Cuántos de nosotros no podemos perdonar que alguien o algo nos haya hecho perder el tiempo?
No me había dado cuenta, pero las cosas que más nos cuestan perdonar es perdonar a la gente que te hizo perder el tiempo. Te pueden lastimar físicamente, te pueden lastimar económicamente, te pueden lastimar emocionalmente con una traición o un engaño, y tal ves eso es más perdonable que el hecho de que alguien te hizo perder el tiempo. Tal vez por eso los negocios fallidos, los matrimonios que terminan eventualmente en divorcios, los perdones que postergamos hasta nuestros últimos días, se deben a que no podemos perdonar a la otra persona que nos ha hecho o nos sigue haciendo perder nuestro tiempo.
Entrar en la dimensión del futuro, si o si, requiere perdonar. Y por lo tanto hay que celebrar cualquier, y tal vez toda, herida del pasado. Incluyendo las heridas que nos auto-generamos a nosotros mismos. Como las que yo revisité o me hice estas últimas semanas. Y más aún y, por lo tanto, no puedo perdonar si no les doy un grado de reconocimiento y hasta de celebración a esas heridas.
Celebrar y reírme de mis propias crueldades hacia mi mismo. Celebrar y reírme de que puedo exponerme a mi esposa -y a ti que me estás leyendo-, y no continuar la técnica de supervivencia, pero no de bienvevencia, de esconderme todo el tiempo. (Como mi hija hace cuando se siente expuesta, y su instintivo biológico la hace correr a guardarse bajo la mesa, protegida por el techo y las paredes, y de la mirada de otros, y eventualmente, cuando crezca, de si misma)
Muchos me preguntan porque estudio filosofía: “¿Para que te sirve eso?”.
Me sirve para esto. Para darme cuenta que ya soy filosofía, ya tengo una historia que me cuento de mi mismo, y que, en esa historia habito, en esa historia interpreto, en esa historia siento lo que es sentir la vida. La filosofía no esta apartada de la acción. La filosofía no son palabras y conceptos. Son acciones. La filosofía es verbo. Lo único que hacen las palabras, es, como lo hacen las señales epigenéticas, modular esas acciones hacia diferentes direcciones.
John F. Kennedy decía algo que olvido muy frecuentemente: Expresar nuestro agradecimiento puede pasar por expresarlo verbalmente, pero la mayor forma de apreciación es vivir a través de las palabras. “To live by them” decía.
Yo agradezco entonces a esta esposa mía con palabras que todos pueden leer. Pero solo ella podrá saber si las acciones se realizarán o no, y que podré o no, vivir el agradecimiento a través de ellas.