Soñando con un Nuevo Ecosistema de Salud_
*Este escrito fue co-creado con el Dr. Alexander Krohuam y el Mtro. Félix Vallejo.
¿Eres médico? ¿Psicóloga, nutrióloga o dentista? ¿Trabajas en una clínica, hospital, consultorito? ¿Trabajas en una ONG para la nutrición, la educación o el desarrollo infantil? ¿Eres consultor? ¿Políticas públicas? ¿Tienes negocios de salud o bienestar? ¿Proyectos o iniciativas que tengan que ver con la salud emocional, espiritual, económica, ocupacional o ambiental?
Si tu respuesta a cualquiera de estas preguntas es afirmativa, podemos decir firmemente que eres parte de LA INDUSTRIA DE LA SALUD y, seguramente, te frustra y decepciona la manera en la que cultural, social, política, médica o mediáticamente se entiende la salud. Seguramente tienes tus críticas de como la salud se enseña en la escuela, se práctica en el mundo profesional, se vive en el mundo familiar y se comprende a nivel cultural.
Lo cierto es que LA DEFINICIÓN DE SALUD SE ESTÁ AMPLIANDO, pero aún no nos queda claro sus alcances, y cuál es nuestro papel para contribuir a la co-creación futura de esta industria. Nos quedan dudas sobre cuáles serán los papeles de la tecnología, los negocios, los educadores y los profesionales en estos cambios paradigmáticos que se vislumbran cada vez con más fuerza.
Aunque aún no entendemos exactamente la forma que tiene el nuevo paradigma (a veces tampoco nos queda claro lo que significa esta palabra), quienes estamos atentos a las tendencias nos comunicamos cada vez más entre nosotros. Hablamos de la re-unión de la mente y el cuerpo; la personalización de la medicina; de curar y revertir y no sólo controlar; de prevención; de generar bienestar y no solo tratar las manifestaciones de la enfermedad. Buscamos el empoderamiento del paciente y su creciente rol en crear su viaje personal hacia la plenitud. También comentamos sobre la necesidad de transformar al médico y a otros profesionales de la salud, no sólo por el descontento y desencanto con su ejercicio cotidiano, sino también por la forma en que eso ha impactado sus vidas personales. Hablamos de educar personas, pero no con información estéril, fórmulas, números, estadísticas y guías, y si formándolas a través de experiencias, vivencias y del reconocimiento de que quienes se dedican a sanar a otros siempre tienen que ser conscientes de su propio viaje de constante sanación.
También pretendemos borrar la línea arbitraria que se ha marcado entre el bienestar físico y otras formas de salud (mental, emocional, espiritual, económica, social, ambiental, planetario, etc.). Sabemos que esas divisiones son irreales y que es indispensable contemplar todos los factores que operan como determinantes de la salud. Reconocemos el vínculo indivisible entre salud poblacional, productividad y economía, cosa que muchos gobiernos han olvidado al relegar la atención médica de la sociedad a un muy lejano segundo plano en la agenda de prioridades nacionales. Hablamos de alcanzar un equilibrio entre todas estas áreas, pero seguimos pensando que nuestro papel se limita a incidir en una o dos de ellas pues nos sentimos incapaces (en términos de conocimientos, experiencias o influencia) de convertirnos en los agentes del cambio sistémico.
Las escuelas formadoras de profesionales de la salud siguen apegadas a currículos rezagados, que no contemplan la realidad actual, obedecen a un paradigma de enfermedad en lugar de uno de creación de salud y siguen promoviendo la fragmentación del individuo, a través de la separación disciplinaria y la sobre-especialización. Los profesionales egresados encuentran muy pocas plazas para especialización, pero al mismo tiempo se frustran porque saben que la hiper-especialización no les proporcionará las herramientas necesarias para abordar globalmente los problemas para equilibrar todas las esferas requeridas para alcanzar el bienestar.
En cuanto a la actualización de los currículos , lo único que termina sucediendo es que se introducen nuevas herramientas tecnológicas para enseñar los temas de siempre o las actualizaciones al currículo son prácticamente agregar las nuevas tecnologías disponibles para diagnóstico o tratamiento de cada disciplina, pero que no evolucionan la forma de pensar del profesional. Asimismo, los egresados se sienten aislados y descobijados al no contar con comunidades ni metodologías para el trabajo interdisciplinario, herramientas de negocios, marketing o administración, para poder establecer negocios generativos y sustentables que trasciendan la consulta uno-a-uno.
Los negocios, por su lado, también están atacando la salud desde un paradigma de guerra. Casi siempre utilizando medicamentos y cirugías para atender todas las enfermedades, aun cuando las más importantes, costosas y prevalentes son enfermedades crónicas multicausales para las que se ha demostrado que los tratamientos convencionales, fundados en el paradigma bacteriológico lineal de a una causa un efecto, no son efectivos. Por otro lado, los negocios de salud que son económicamente exitosos usualmente generan sus ingresos gracias a la enfermedad, mediante la venta de medicamentos, seguros, e intervenciones, fomentando estímulos perversos pues requieren de la existencia de grandes cantidades de enfermos para su subsistencia. Aunque no haya nada de malo en esto (y su valor agregado a la sociedad es innegable), pocos son los negocios que generan rentabilidad cuando sus pacientes están sanos, fuertes y en completa autonomía.
Ambos grupos, los profesionales de la salud y los negocios de la salud (que usualmente no son fundados o dirigidos por profesionales de la salud y además no siempre trabajan con una alineación absoluta), se sienten impotentes ante su incapacidad para influir y transformar a las grandes fuerzas que determinan la salud: políticas, económicas, sociales y culturales, que promueven y generan en la sociedad constantes ansiedad, prisa, consumo, pésima alimentación y fragmentación comunitaria. Ni se diga de las fuerzas medioambientales que por donde se vea están intrínseca y estrechamente vinculadas con las crisis de salud, económicas y de seguridad y convivencia.
Estamos frustrados porque carecemos de un espacio para dialogar, analizar y vocalizar nuestras inquietudes, donde podamos atrevernos a cambiar las definiciones de salud y los modelos de atención médica, y a ser partícipes e influir, sea cual sea nuestra área de experiencia, para la generación de salud individual, comunitaria y planetaria.
Y aunque las conversaciones que detectan el problema y ofrecen alternativas están en todas partes, nos seguimos sintiendo solos. Nos sentimos solos porque creemos que no tenemos la fuerza para mover las condiciones estructurales, los currículos académicos, los anquilosamientos políticos, las manipulaciones mediáticas y la confrontación con el status quo. Ese silencio lo vamos cargando todos con la creciente desesperación de saber que si seguimos como estamos, no podremos cumplir con el objetivo que el nombre de nuestra industria tiene.
Es por eso que escribimos estas líneas, que, lejos de ser de desesperación, son de esperanza, propuesta y construcción. Así como un médico tiene que buscar y establecer el diagnóstico correcto, por incómodo que pudiera ser, este diagnóstico no es una sentencia crónico-degenerativa sino una llamada de atención para continuar construyendo las siguientes páginas de esta historia personal, profesional y comunitaria. De alguna manera estamos honrando al síntoma, porque atendiendo aquello que nos duele podemos planear como trascender esa condición temporal.
Aquí se plasman algunas ideas para crear un nuevo ecosistema de salud, una semilla que con los apoyos correctos germinará dando a los profesionales y negocios y a la sociedad en general, un foro de expresión y acción, donde la generación de conocimientos, prácticas, experiencias y vinculación comunitaria coadyuven a la construcción de nuevos significados, ideas y metodologías para transformar el paradigma subyacente de esta querida industria.
Un espacio donde los médicos alópatas generales y especialistas; los mal llamados médicos alternativos, como osteópatas, quiroprácticos, homeópatas y acupunturistas; los nutriólogos, coaches, dentistas, enfermeros y psicólogos; puedan conocerse, interactuar e inventar nuevas formas de cuidarse unos a otros y a sus pacientes. Un espacio donde conceptos y movimientos como la Psicología Positiva, el Coaching, la Medicina de Estilo de Vida, la Funcional, la Integrativa pueden trabajar en conjunto, polinizarse cruzadamente, y darse cuenta que todas las profesiones de la salud, así como los negocios de la salud, podrán continuar enriqueciéndose únicamente si están en conversación, por no decir comunión.
Un espacio para analizar y comparar los nuevos currículos de salud que ya se ven en otras partes del mundo, que incorporan carreras y especializaciones más integradoras que hablan de epigenética, psiconeuroinmunoendocrinología, nutrición integrativa, salud planetaria, consultas grupales, ciencias de la conducta, membresías de salud, laboratorios de permacultura, etc. Donde, reconociendo nuestras idiosincrasia y necesidades, se conjunten especialistas con generalistas siempre en un marco que favorezca la comprensión integral de todos los determinantes de la salud. Donde se cambie la metodología educativa, del arcaico modelo frontal al vivencial y transformador, del paternalismo al empoderamiento, creando una hermandad entre profesiones y profesionales.
Un espacio que utiliza la tecnología para acercar más a las personas. Donde la tecnología es una herramienta que apoya la educación, creación de conocimiento y que facilita la interacción, divulgación y formación de los miembros de este mismo espacio, permitiendo también que otros profesionales de diferentes países conozcan de los avances y desarrollos realizados. Un espacio que integra de manera orgánica, dinámica y clara las plataformas virtuales con las presenciales, que saca lo mejor de ambos mundos y no pretende que un mundo se puede comer al otro.
Un espacio donde las empresas, gobiernos, investigadores, universidades, ONGs, puedan unirse en la generación orgánica de conocimientos y movimientos que reconozcan en cada paso que estamos creando una nueva realidad y que nuestra transformación colectiva depende de la transformación de los entes individuales que la componen. Un espacio de discusión, colaboración y diseño estratégico para iniciativas multisectoriales y multidimensionales.
Tendrá que ser un espacio donde se enseñen y practiquen el Pensamiento Complejo (que nos invita a explorar a fondo las profundas interrelaciones de todo lo que está tejido en conjunto), el Pensamiento Crítico (no destructivo, sino de constante cuestionamiento del por qué pensamos como pensamos), el Pensamiento Multidisciplinario (que va más allá de poner a personas con distintas formaciones en el mismo lugar) y el Pensamiento Sistémico (que entiende que la realidad puede interrogarse con más herramientas que las que el método científico lineal nos ha heredado). Un espacio donde apliquemos nuevas metodologías de creación del futuro, es decir, de creatividad, como lo son el Design Thinking y el Social Design. Disciplinas que integran el poder de ingenieros, empresarios e investigadores y que tienen la firme convicción de que el futuro puede ser anticipado, planeado y construido, y no solo “resuelto”, “optimizado” o “analizado”. Los problemas de salud no son menores y su interrelación con el cambio climático, la contaminación, la pérdida de biodiversidad, los alimentos ultraprocesados y la pobreza, fomentan círculos viciosos que nos exigen pensar de manera integral. Por lo mismo, si vamos a trabajar para repensar problemas complejos, tenemos que diseñar espacios y comunidades complejas e interdependientes en varios niveles.
Un espacio donde se enaltezca la labor tan primordial de los negocios y que enseñe a aquellos que no fueron entrenados en negocios, pero también que investigue y desarrolle nuevas formas de hacer negocios generadores de bienestar integral en lo individual y lo colectivo. Que las fuentes de financiamiento estén cerca y que los negocios de otras industrias estén cerca también para co-construir estos emprendimientos inter-sectoriales
Más allá, y aquí continuamos soñando, un ecosistema que sea el catalizador de un nuevo paradigma con una racionalidad diferente, que tanto a nivel biológico-corporal como socio-cultural, entienda que la salud es un espectro y no un punto fijo; que es un viaje y no un destino; que solo existe cuando el organismo es capaz de activar sus propios mecanismos de autosanación y que, sobre todo, comprenda que la plenitud y el bienestar son producto de fuerzas estructurales interdependientes (político/económicas; socio/culturales; médico/científicas; psico/emocionales), y que es ilógico, improductivo y estéril pretender actuar sobre cada una de esas fuerza de manera aislada.
Es claro que la Industria de la Salud nunca fue expresamente planeada. Es decir, no hubo un grupo de pensadores que analizaron qué acciones de alto impacto social había que implementar para las generaciones venideras, no fue un modelo proactivo sino reactivo. Fue un aglutinamiento de iniciativas, propuestas, negocios, proyectos y medidas de emergencia, que muchas veces fueron producto de las estructuras y mapas mentales de la sociedad a la que servía. Y, como lo dice su nombre, “Industria de la Salud”, proviene de una época heredera de la revolución industrial, que privilegiaba la eficiencia productiva (producción en serie) y el pragmatismo científico-tecnológico, y que también modeló los sistemas económico, educativo, político y social. Son innegables los grandes beneficios que esta etapa histórica ha aportado, pero igualmente son incuestionables los graves problemas que nos ha dejado, al grado de ser ya una situación insostenible que requiere de nuevos paradigmas de organización.
El sueño es generar este espacio donde, unidos bajo la bandera de un “Ecosistema de Salud para la educación, el desarrollo de conocimientos y de negocios”, los valores que nos unan no solo sean de “control” y “eficiencia”, sino de “interdependencia”, “capacidad humana”, “integración”, “valor agregado” y “beneficio social”. Que éstas sean las fuerzas (y no los pilares, porque no es un edificio que crece solo hacia arriba sino en todas las direcciones) que nos permitan continuar co-creando la industria para que algún día, dejemos de llamarla así.
El sueño, como ya referenciamos, es que nos enfoquemos en el proceso y no en el destino. Si queremos generar bienestar integral: físico, emocional, ambiental, cultural y social, solo podemos transitar hacia esa meta si ese sendero está lleno de esos bienestares. Por eso, este ecosistema no puede ser otra cosa más que generativo: que sea un negocio para todos y no solo para los dueños, que sea parte del medio ambiente y funcione como un laboratorio de simbiosis con la ciudad, el medioambiente, la sociedad; que sea un generador de felicidad inmediata para todos los que formemos parte y no un proceso doloroso que algún día nos recompensará; que sea económicamente sustentable y productivo, ambientalmente integrativo, culturalmente emocionante, políticamente deseable, médicamente apropiado, académicamente transformador.
Al ampliar la definición de la salud, nos damos cuenta de que no solo esta industria se beneficiaría de un ecosistema como éste, sino también todas aquellas que, aunque produzcan o vendan bienes materiales o servicios, ya sea inmuebles, turismo, comida, planos arquitectónicos, seguros, coches, infraestructura, o cualquier otra cosa, ultimadamente tienen la misión de proveer bienestar a sus clientes.
Esta es una carta de esperanza y de sueños. Los anunciamos con voz fuerte porque despertar es la única forma de volverlos realidad. Todavía nos referimos a ellos como sueños porque se requiere de un pensamiento onírico para que algo de esta envergadura se tangibilice y se vuelva realidad. Y los anunciamos también como sueños porque en ese mundo etéreo de las ideas hemos coincidido con decenas de médicos, psicólogos, nutriólogos, coaches, terapeutas, dentistas, empresarios, filósofos, futuristas, consultores, sociólogos, educadores, padres y madres de familia y hasta políticos que sueñan cosas similares. Pero a pesar de ubicarse aun en el mundo de lo imaginario es muy claro que construir algo así requiere sumar no solo experiencia, capital y conocimientos, sino, sobre todo, nuestra energía y nuestro amor.
Lo anunciamos en fuerte porque se necesitan otros creadores para diseñar y pavimentar el camino. No hay un mapa o ruta preestablecidos, pero nos tenemos a nosotros mismos para decidir el siguiente paso. Y a pesar de que es un viaje que nos llena de emoción y ansiedad, hemos decidido no sufrir o agobiarnos por él, decidimos no permitir al miedo o a los complejos de inferioridad entrar a guiar los procesos de ensoñación, planeación, financiación y ejecución que se vienen vislumbrando en el camino.
El que no exista esa ruta es precisamente lo que más nos debe emocionar. Como dice Ismael en Moby Dick: “No está en ningún mapa; los lugares verdaderos nunca lo están”.