La Danza del Médico y el Empresario_
Piensa en un Tango. Ahora piensa en un Vals. Estas son danzas en pareja.
Un tipo de danza en la que ambos bailarines se sujetan aproximando sus cuerpos para formar una unidad danzante.
Estas son danzas que no podrían existir si llegara a faltar una de las parejas. Y son danzas que -si la evolución de los bailarines parte de una visión común y una confianza mutua-, pueden llegar a ser espectaculares. Pueden cambiar algunos mundos.
En los negocios, las danzas de los médicos con los empresarios también pueden ser espectaculares, pero lamentablemente, rara vez lo son.
El fracaso de estas parejas no radica tanto en que cada una sea experta en temas diferentes, (como por ejemplo, los médicos que son buenos en atender pacientes u operarlos, y los empresarios que saben planear financieramente, e invertir en estrategias robustas de marketing); no radica tanto en su diferencia de visión(como por ejemplo, la visión del médico que mide el éxito en cuantas horas puede estar él mismo atendiendo pacientes, mientras que el empresario prefiere que el médico supervise a otros que lo hagan por el); no radica tampoco en los tiempos para poder ver dividendos (porque los médicos usualmente quieren ver el dinero al final de cada día, mientras que el empresario sabe que hay que reinvertir para poder crecer y se podrá llegar a cobrar tal vez al final del año).
NO. Todas esas son razones que se pueden trabajar a través de varias horas de ensayos, y de irse a cenar juntos después para platicar como estuvo el día y que se puede hacer para mejorar los siguientes. La razón fundamental por la que unas parejas de baile trascienden y se quedan juntas por años, mientras que otras empiezan con muchísima fuerza y expectativas pero terminan con finales desastrosos, es la falta de confianza subyacente que cada uno tiene con su pareja. Es por esto no vemos suficientes medianas empresas con médicos y empresarios como cofundadores.
Desde los primeros pasos que la pareja comienza a dar, la falta de confianza nunca se habla, pero se siente, pero como los primeros boletos para las funciones se empiezan a vender bien, esas pláticas se dejan para más tarde. Lo que usualmente sucede, sin embargo, es que esa desconfianza inicial comienza a agrandarse relativamente rápido.
El médico empieza a resentir al empresario porque su pareja pasa sus horas laborales haciendo cálculos en Excel, mientras que el médico pasa largas horas con los pacientes, llegando tarde a casa y haciendo el trabajo grueso y cansado. El médico, entonces, hace sus cálculos rápidos y se da cuenta que el empresario se está quedando un pedazo del pastel muy importante. (Al médico le enseñaron a hacer las cuentas para un consultorio pequeño, pero no para una empresa y, por lo tanto, no piensa en la renta, los seguros, los impuestos, las comisiones bancarias, las cuentas incobrables, las estrategias de marketing, y todos los gastos operativos, comerciales, administrativos, para que la empresa médica- y no un consultorio- puedan operar y crecer de forma estandarizada y escalable).
El médico también resiente a su pareja por que ésta no pasó años en la escuela de medicina, días y noches en la residencia o estudiando sin ganar dinero, desvelándose y en ocasiones sufriendo, y no entiende porque él no se está llevando el grueso del dinero y todos los aplausos. Y su sospecha inicial, la cual nunca quiso darle importancia se aviva más que nunca: El médico está casi seguro que el empresario va a querer aventajarse de él. No sabe si lo hará en el corto o el largo plazo, pero está seguro que eventualmente lo hará.
El profundo individualismo del médico -un individualismo que cultivó previamente en su carrera en la que siempre lo obligaban a ser el mejor, tener las mejores calificaciones, y sobresalir a veces a costa de pisar a sus compañeros o de defenderse como sea-, tampoco ayuda mucho. Este es un individualismo que el médico copió de sus profesores y del sistema en el que se formó. Aunado a los delirios de grandeza con los que los médicos crecen y un ego impenetrable, el médico continúa metiéndose en su mundo y en su historia personal, y en vez de comunicarse con franqueza, empieza a llegar tarde a algunas funciones y ya no se queda a cenar con su pareja como lo hacia en un principio.
El empresario, por su parte, desde el principio vio a su pareja como reemplazable. Desde las primeras funciones ya ha estado pensando como duplicarse a si mismo, pero sobretodo, como duplicar al médico. Tan pronto tenga el Know How, podrá decirle adiós y le será muy fácil conseguir una nueva pareja, más barata, más trabajadora y menos preguntona. Total, el ya tiene la marca y el sistema de generación de pacientes y eventualmente no necesitará a la otra mitad con la que cofundó el negocio. Total que, hay miles de médicos que se mueren de ganas de hacer negocios con él.
La arrogancia del empresario, su idea de que el mundo puede explicarse -y cambiarse- con un Excel, su delirio de grandeza también y su forma industrializada de pensar, se le olvida que su danza trata con pacientes reales, con humanos, que tanto del lado del médico como de los pacientes, no puede reducirse a un Business Plan y a un par de métricas estandarizadas para valuar su negocio en millones. Se le olvida que cada función es especial y se le olvida que su pareja es la que siempre ha sabido llevar esa parte del baile donde cada paciente hay que atenderlo con amor, tiempo y empatía. Y en la que también, el bienestar del médico es fundamental para que la rueda de su negocio puede seguir girando. El empresario, entonces, también deja de presentarse en ciertas funciones y empieza a flirtear con otras parejas de baile a los que les vende el sueño que creó con su pareja inicial.
Muy rápido, entonces, el médico hace preguntas incómodas y al empresario no le gusta mostrar todas sus cartas, por lo que el médico también empieza a guardarse sus propias cartas, y empieza a planear un negocio propio para cuando su sociedad ya deje de pagarle el sueldo y los costosos cursos de capacitación que está tomando. Otras veces, el mismo médico es el que empieza a ver pacientes “por fuera” o a realizar prácticas que no están alineadas con la empresa y esto termina de romper la poca confianza que hubo desde el inicio.
Entonces, sin importar si la pareja estaba tratando de bailar vals -por ejemplo, hacer una clínica multidisciplinaria, o un tango -una red de clínicas quirúrgicas- o una salsa -un negocio de turismo médico- todos los esfuerzos se vienen abajo. No por la falta de sueños compartidos -desde crecer en fama y dinero y ayudar a millones de pacientes-, sino por la falta de confianza al ponerse en las manos de su otra mitad y aclarar las cosas con transparencia y apertura.
En ese sentido, la danza del médico y del empresario son muy similares a otras danzas de negocios: Es difícil encontrar a la pareja perfecta. Y aún cuando parece que la hemos encontrado, se requiere un trabajo y una comunicación continua que no solo establezca -preferiblemente en papel- todo lo que se está comprometiendo o negociando, sino que también se tenga la madurez de hacer las preguntas difíciles desde el inicio.
No hay duda que la evolución de los médicos y la evolución de los negocios seguirán creando nuevas realidades deseables, pero la oportunidad de unir fuerzas entre estos dos mundos es hoy más grande que nunca. La medicina necesita de nuevos modelos económicos para poder rentabilizar prácticas que se enfoquen más en la salud que en la enfermedad, que desmonetice la generación de bienestar, que integre el trabajo multidisciplinario y que permita también al médico tener una vida equilibrada sin pasarse la vida entera dentro del quirófano o la sala de consulta. Los negocios de salud necesitan médicos empáticos que complementen un toque de humanidad a su manera cuadrada de pensar en servicios de salud y que vayan más allá de tratar de ser una máquina estandarizada de rentabilidad.
Existen miles de médicos y empresarios que quieren danzar de nuevas formas en sus respectivos campos y su efectiva unión es muy necesaria para la salud de los países. Trabajar en la confianza entre ellos es lo mejor que se puede hacer para reinventar el arte de los negocios de salud y hacerlos verdaderamente espectaculares.