El Odontólogo es Profesional de la Salud_

Hay veces que me gustaría tomar fuertemente a los dentistas por los hombros y agitarlos bruscamente: “¡Despierta!”. “¡Date cuenta que tú también eres un profesional de la salud!”. “¡Tú también puedes responsabilizarte por otras áreas de la salud que se supone que no te competen!”.

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En mis más de 10 años trabajado cercanamente con dentistas (principalmente pediatras, pero de todo tipo también) han sido incontables las veces que percibo al dentista frustrado por no poder ayudar a sus pacientes de una manera más integral. Y aunque muchos de ellos tienen estrechos lazos con sus pacientes -mismos que duran muchos años-, parece que siempre se quedan en la retaguardia únicamente atendiendo problemas que parecen exclusivamente dentales.

Un ejemplo. Los dentistas llevan décadas hablando de caries, años hablando de prevención, de adherencia al tratamiento, de educación, pero, como las estadísticas nos siguen mostrando, la caries sigue creciendo. Hoy se contabiliza como la enfermedad crónica de mayor prevalencia en el mundo con más de 2.3 billones de adultos que la padecen y más de 500 millones de niños.[i][ii] Al no ser una enfermedad mortal, culturalmente le ponemos menos atención, porque al compararlas con las estadísticas de mortalidad que el cáncer, la diabetes, los problemas respiratorios y cardiovasculares generan, pues la caries no parece tan importante.

Para mi, que me interesan las razones sistémicas de las enfermedades crónicas, y que veo necesario dejar de culpar a los pacientes por sus malos hábitos, cada vez me doy más cuenta que los dentistas -que fueron entrenados en el paradigma farmacológico de la ciencia médica-, siguen creyendo que con repetirle una vez más a los padres de familia que hay que lavarse los dientes más seguido y tratar de tomar menos azúcar, finalmente van a poder erradicar la caries.

(Aunque este no es el tema que del que quiero hablar aquí, si quiero mencionar que es imposible que haya mas de 2 billones de personas con caries y que la razón sea únicamente por que los pacientes sean glotones, flojos y sin auto-control. Para poder tener estos números (¡2.3 billones!), al igual que con la obesidad y la diabetes, las fuerzas que están en juego rebasan las decisiones de comportamiento individual y tienen que ver con un SISTEMA de Industria Alimentaria, Industria farmacéutica, un paradigma médico reactivo a la enfermedad, así como toda la cultura de la salud. Para que 2.3 billones de personas tengan caries en dientes permanentes, debe de haber fuerzas empresariales que no tienen incentivos económicos para retirar alimentos nocivos y disminuir la publicidad a niños, farmacéuticas que quieren seguir vendiendo medicamentos que necesitan de la enfermedad porque de ahí salen sus clientes, así como doctores que están convencidos que su labor se limita a dar buenos consejos sin realmente empoderar sus pacientes a cobrar una mayor conciencia y responsabilidad de sus viajes de bienestar)

Pero, aún suponiendo que los dentistas entienden las causas SISTÉMICAS, lo que más me preocupa es que el dentista, aunque sabe que él mismo es un Profesional de la Salud- porque eso es lo que dice el diploma colgado en la pared y el prefijo de “Dr.” que tiene en su tarjeta de presentación- , él no se ve a si mismo como tal. El dentista no se percibe a si mismo como un Profesional de la Salud, en toda la extensión de la palabra “Salud”. El dentista usualmente se siente limitado a su área de expertiz y aunque es muy bueno en su trabajo (de ortodoncia, prótesis, periodoncia o cirugía), todos los días tienen enfrente a pacientes cuyas problemáticas obviamente van más allá de un tema de bacterias dentarias o inflamación gingival.

Si bien a los dentistas les gusta la definición de Salud que nos dio la OMS hace decenas de años y que se refiere al “completo bienestar físico, mental y emocional y no solo a la ausencia de enfermedad”, raramente se han visto a si mismos como facilitadores de la misma para sus pacientes: “¿Meterme yo a los temas emocionales de mis pacientes?; ¿A los problemas de la familia?; ¿A las decisiones de nutrición en casa? ¿A las dinámicas de comunicación? “¿A involucrarme con ellos? ¿A educarlos? ¿A coachearlos?”. Todos los dentistas desearían que alguien más apoye a sus pacientes de estas formas, pero nunca se ven a si mismos como la persona que podría al menos intentarlo.

Los dentistas tienen el privilegio de estar cerca de sus pacientes de manera relativamente recurrente, y con los años, todos construyen relaciones cuyas conversaciones periódicas van más allá de los temas dentales. El problema es que estas conversaciones rara vez pasan a ser algo más que pláticas entretenidas y de cordialidad, cuando también podrían ser empoderadoras, por no decir transformadoras.

¿Qué pasaría si el dentista hace uso de su información privilegiada para verse como un catalizador o un coach en los viajes de bienestar de sus pacientes? ¿Que pasaría si el dentista decide opinar, apoyar, colaborar en temas que no están relacionados exclusivamente a la cavidad oral?

La odontología, así como la medicina, son ciencias, y como tal, siguen el paradigma cartesiano de separar a sub-disciplinas todos los síntomas que la “máquina” del cuerpo humano va manifestando de tiempo en tiempo. ¿Cuándo habrá un dentista que critique la forma en la que la odontología se sigue enseñando y que ya no es útil en el contexto de las rampantes enfermedades crónicas? ¿Cuándo habrá un dentista que deje de esperar a que los problemas de salud se presenten para empezar a trabajar con los pacientes? ¿Cuándo habrá un dentista que deje de esperar el siguiente descubrimiento tecnológico que nos liberará de todos los problemas? ¿Cuándo habrá un dentista que no trate de adjudicar la caries o los problemas gingivales a una sola causa especifica sino a un cúmulo de ellas? ¿Cuándo habrá un dentista que le dé el lugar apropiado a la nutrición, el ejercicio, el sueño, el estrés, el tabaquismo y el manejo emocional como los pilares de la salud? ¿Y que además no se contente con prescribir estos hábitos, sino realmente meterse al muy escabroso mundo de los cambios de hábitos de las personas? ¿Cuándo habrá un profesional de la salud que en vez de delegar pacientes a otras especialidades se atreva a unir los puntos por si mismo y acompañar a su paciente en su viaje para equilibrar las áreas físicas, mentales y sociales que lo tienen fuera de balance?

Me queda claro que estoy siendo demasiado retórico y hasta pedante, pero esto, si bien me siguen, tampoco es para culpar al dentista exclusivamente. La culpa recae en todo el SISTEMA. El SISTEMA en el que el dentista fue educado y en el que ha trabajando en las últimas décadas. Ni al dentista ni al médico le enseñaron que además de ser lo que son, tendrían que ser psicólogos, nutriólogos, coaches, antropólogos, mercadólogos y hasta filósofos. Pero eso es lo que, en el contexto de las enfermedades crónicas multicausales, tendríamos que hacer para poder cargar el peso completo de lo que significa ser un Profesional de la Salud en el siglo XXI.

Cuando un dentista ve un niño que cada 6 meses tiene cambios mas allá de los cambios fisiológicos esperados; Cuando un adolescente gana o pierde mucho peso; Cuando un adulto que siempre tuvo una boca limpia llega a consulta con varios problemas; Cuando un paciente jovial y alegre regresa con cambios drásticos; Cuando un adolecente de 14 años tiene manchas de cigarro, o una joven presenta evidentes signos de bulimia … ¿Pueden quedarse callados? ¿Pueden continuar pensando, que ese no es su problema? O peor aún ¿Pensar que son impotentes ante estas situaciones?

De la misma forma, podemos decir que rara vez el dentista se ve a sí mismo en el espejo para evaluar su propio viaje de bienestar y por lo tanto, con la prisa de todos los días, y la gran cantidad de problemas agudos (médicos, sociales y económicos) que tenemos, casi nunca su propio auto-conocimiento y auto-trascendencia terminan siendo compartidas en el consultorio dental.

Rara vez el dentista voltea a ver su práctica como un espacio que tiene que continuarse preparando para ser parte de la solución de la pandemia de enfermedades crónicas que seguirá creciendo en años próximos, aún cuando ningún otro consultorio dental lo esté haciendo. Rara vez el dentista se atreve a buscar modelos económicos que paguen por la salud en vez de seguir dependiente de modelos que pagan por la enfermedad.

Si la caries es la enfermedad crónica que aparece más temprano en la vida de los pacientes, ¿podemos utilizarla como un proxy para ir anticipando las diferentes maneras de empoderarnos en resolverlas? ¿y que estas mismas herramientas las utilicemos con las demás enfermedades crónicas más adelante? ¿Podemos pensar que las habilidades, el conocimiento, el pensamiento crítico, la conciencia, que se necesitará para atender estos problemas pueda ser cultivada en el consultorio dental de la mano (y de la persona) del dentista?

Como todos los demás órganos del cuerpo humano, la boca es fundamental para que exista la vida. No sólo porque por ahí comemos (y podemos respirar) sino también porque la boca es el vehículo para podernos comunicar con el mundo. No hay duda que la telemedicina continuará alejando físicamente a los pacientes de los profesionales de la salud, y tal vez la odontología será una de las pocas disciplinas donde no podrá haber un completo distanciamiento. Esto hace que hoy en día, el dentista será uno de los pocos profesionales de la salud que podrá aprovechar esta situación para resolver los problemas bucales de sus pacientes al mismo tiempo que los guía, acompaña y empodera integralmente para sus muy personales viajes de bienestar.

La odontología es medicina. Y la medicina está cambiando de paradigmas. Los dentistas pueden elegir ser parte de este cambio o pueden también seguir sin atender esa pequeña voz que les lleva susurrando al oído que pueden hacer más por sus pacientes.