A un volantazo de caer. Feliz cumpleaños para mí.
En los últimos meses me ha dado un vértigo especial pasar por puentes en carreteras y estar en balcones de edificios. Mi subconsciente ensaya la sencilla maniobra de dar un volantazo, romper la barrera protectora y caer al abismo. O lo inmediato que sería simplemente reclinarme un poco de más en el barandal de la terraza.
Estas imaginaciones me han pasado varias veces en mi vida. Vienen por periodos y luego, por alguna razón desconocida, dejan de suceder. Como cuando nació mi primera hija. Por meses imaginaba las decenas de formas en las que podía caer de las escaleras, asfixiarse con su sabana, caer de su silla, atragantarse con una pedazo de pan. Mi subconsciente ensaya los escenarios para que mi consciente prevenga las caídas, las asfixias y los potenciales accidentes fatales que están por todas partes.
Me pregunto si a punto de cumplir 36 años mi subconsciente está ensayando otra vez para decirme algo. Y tal vez por que llevo algunas semanas sin hacerle demasiado caso es que los vértigos y las palpitaciones se sienten cada vez más fuertes. Como ahora, que me detuve en medio de la carretera después de cruzar el Puente Mezcala porque me invadió un vértigo potente al atravesarlo a 100 km/h y estar a un volantazo de caer.
El vértigo y las palpitaciones me hacen ponderar carnalmente dos cosas: primero, la fragilidad de la vida. La facilidad con la que ésta se interrumpe. Como cuando aplastas tiernamente una hormiga que camina sobre la página de un libro, o sobre tu rodilla, y con la suave caricia de tu dedo, la pequeña deja de existir.
Segundo, el sin-sentido de la vida. Puedo estar manejando a 100 km/h, escuchando podcasts inspiradores que hablan de nuestra trascendencia espiritual, nuestra interdependencia intergaláctica de seres microscópicos con las masas siderales, o escuchando una canción de cuna o amor infinito, y con un volantazo, mío o de alguien más, me puedo ir a la total negrura donde todo lo aprendido, vivido y tocado, se esfuma.
¿Será que esto es lo que me quiere decir mi subconsciente ahora que me acerco a mi cumpleaños? ¿Me está pidiendo sentir la muerte para sentir mi vida?
Nunca he escrito algo público para celebrar mis cumpleaños. Recuerdo que a mis treinta lo intenté, pero los primeros ocho párrafos solo pedían permiso para poder escribir y los siguientes ocho eran explicaciones y disculpas porque lo que venía a continuación carecía de la mínima calidad literaria. Muy pronto las palabras escritas en esos cumpleaños se añejaron en algún cuaderno o desparecieron junto con el iPhone 4 que las contenía. Me pregunto si en mi infancia hubo algo que escribí y al ser criticado por algún maestro o adulto se me quedó una especie de trauma que ni mi subconsciente ni mi consciente quieren re-visitar. O tal vez más seguramente, es la voz internalizada de mi cultura, que utiliza mi propia voz, para decirme que mi historia no es lo suficientemente especial para escribir de ella. Mucho menos en su cumpleaños.
Así que ahora las palpitaciones de la fragilidad y el sin-sentido me empujan a hacerlo por primera vez. Y lo bueno es que solo fueron seis párrafos para pedir permiso y perdón. Y aunque voy bien con lo que llevo escrito, esto no quita que antes de publicar le mandaré estas letras a mi esposa, a mis papás y a otras personas para que me corrijan las faltas de ortografía y me den sugerencias. Pero sobretodo, para que me digan que la carta está muy buena y que le hago bien a mucha gente por atreverme a hacerlo.
Pero esto me preocupa. Por un lado, me doy cuenta que que cada vez me cuesta más trabajo decidirme a publicar. Las expectativas que me imagino la gente tiene de mi siguiente escrito me paralizan o me hacen repetir por las noches y las mañanas la misma voz reprobatoria del Victor del iPhone 4. Por otro lado, percibo como mi ego, o sea yo, necesito de la aprobación de los demás y escribo porque eso me la da, pero ahora tengo el riesgo de llegar a depender de esa aprobación.
Pero, a menos que uno quiera publicar – y vivir- de manera clandestina o anónima, creo que mi arte -y mi vida- siempre estarán en negociación entre lo que considero prudente, necesario y deseable con lo que mi entorno considere prudente, necesario y deseable. Así que este escrito -y mi vida- dependen de mi aprobación, pero también de la tuya. Y no veo mucho caso en desearlo de otra forma, más bien celebro esta necesidad de mí y esta necesidad de ti.
Entonces, tal vez el subconsciente que me alerta de saltar por el balcón no es únicamente el subconsciente que habita dentro de mi cráneo, sino el subconsciente colectivo que habita en las redes simbólicas de la sociedad, el que me alerta de que mi ausencia tiene implicaciones que van más allá de mi desvanecimiento individual. Que mi existencia está interconectada con la de mis hijas, mi esposa, mis padres, mis hermanos y tal vez también con mi comunidad y mi ciudad, y me gustaría pensar que también con mi planeta y sus hormigas.
El año pasado tembló muy fuerte en Acapulco y aunque mi cuerpo entró en alerta y movimiento, observé que no entré en pánico ni en un miedo mayor. Al bajar las escaleras con mis niñas en brazos recuerdo que tenía la tranquilidad de que no me importaba morir mientras fuera aplastado junto a mi esposa y mis hijas. Mucho más miedo me da pensar que nos iremos de forma separada y unos tendrán que vivir, realmente vivir, con la ausencia de alguien más, en algún momento. Tal vez por eso, hoy que voy solo en carretera, hoy que crucé el puente, las palpitaciones fueron un poco más fuertes. O tal vez se sintieron más fuertes porque cuando usualmente atravieso este puente voy jugando a decir animales que empiezan con “J” o cantando con mis hijas, y no tengo tiempo ni atención para imaginarme el abismo bajo mis pies.
Este nuevo año que viene para mí, es un año precisamente de atención. La atención que puedo poner en las actividades que quiero hacer, la forma en la que quiero comer, las palabras que quiero emitir, la agenda que quiero manejar, los imprevistos que podré permitir, los proyectos que quiero co-crear. Pero tal vez más allá, es la atención presente, el awareness o mindfulness dirían algunos, con la que quiero atender cada momento de cada día del año.
Hoy cuando me levanté en la mañana no quería salir a carretera en sábado a trabajar. Pero con solo poner atención a unas canciones, a unos podcasts, de pronto estaba presente y feliz. Lo que quiero decir es que siempre estoy en la historia de mí mismo y puedo caer en mis patrones automáticos y condicionamientos o puedo, como en un libro de fantasía , vivir fantasías auto-creadas mientras me baño en las mañanas, mientras estoy en zoom o voy palomeando cada ToDo de la agenda.
Siempre he vivido en mi fantasía solo que este año quiero poner más atención a ella y potencialmente cambiar una preposición aquí y un verbo por allá. Sobretodo inventarme palabras para continuar ampliando lo que mi cognición admite como real. Y quiero saltar al vacío de la historia del futuro de mi mismo. Saltar al vacío de posibles identidades que puedo encarnar y de las posibles formas de estar presente antes mis ToDo´s de cada día.
Es un salto al vacío porque es saltar a un nuevo yo al que aún desconozco. Y no hay nada dentro de mi contexto actual que me pruebe que esto funcionará. Pero conocer al Victor del iPhone 4 que se quedó con las ganas, me es suficiente para acercarme un poco más al barandal. Y darme el permiso, como lo hago con el puente que acabo de cruzar, y con este escrito, de crear y creer la historia que yo decida.
Este año quiero observar en silencio a mi pequeña mientras pinta, quiero bailar con mi mediana y meter mis dedos en sus rizos dorados, quiero escuchar a mi grande hablarme, quiero besar desordenadamente a mi esposa. Quiero decir agradecimientos en las noches con ellas y estar presente en las conversaciones de la mesa de la comida. Quiero abrazar árboles y no solo la idea de abrazarlos, quiero llorar fácil y que mi semblante por default se parezca más una sonrisa.
Quiero hacer negocios de maneras chamánicas que desafíen las lógicas convencionales de los Business Plan y las SA de CVs, quiero despertar en las madrugadas y jugar con el poder que te da estar más cerca de la intuición inconsciente para visualizar soluciones a problemas empresariales, relacionales, literarios, o de jerarquización de prioridades, quiero dar conferencias que no transmitan lo que sé sino lo que siento por el gran misterio que se esconde detrás de la etiqueta que nombra cada tema: la biología, la medicina, el dinero, el cáncer, quiero percibir a cada persona con la que interactúo en todo su pasado y en todo su sufrimiento -y en todas las capas que lo componen- y que no sea únicamente un nombre en WhatsApp o una pieza más dentro del rompecabezas de mis planes; Quiero deambular con total espontaneidad e ingenuidad en el plano terrenal, financiero, temporal y espiritual de las constantes amenazas del fin del mundo y de mí mismo. Quiero conocer gente fantástica y aumentar mis ingresos con la sola fuerza y claridad que sentirme merecedor genera.
Otra forma de decirlo es como ya lo dijo Pessoa:
“Nunca seré nada, no puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo”.
Así que feliz cumpleaños para mí. Que sigas cruzando puentes y teniendo vértigos por miedo a caer y por excitación de llegar al otro lado. Que sepas que el año próximo, si no hay volantazos extraordinarios, el balance de tu historia no dependerá de cuantos destinos alcanzaste, sino en cuantos puentes decidiste frenar, en cuantos balcones decidiste ver hacia el frente, para apreciar la vista.