¿Qué le dices a tu inconsciente a las 3 am?_

A veces pienso que los humanos podemos clasificarnos según el tipo de pensamientos que tenemos a las tres de la madrugada. Cuando nos despertamos a la mitad de la noche y, sin el velo del pensamiento consciente, nuestro inconsciente nos habla de las cosas que tenemos que hacer, decir, planear o simplemente ensoñar. Más allá de la personalidad que soy cuando estoy despierto, mi personalidad de las 3 am es aquella que a veces, me temo, es la más real. 

Como dicen los psicólogos Daniel Wegner y Timothy Wilson, cincuenta años de investigación en psicología han mostrado que la mayoría de las acciones, actividades y emociones humanas suceden debajo del nivel de nuestra conciencia alerta.* Nuestra identidad, entonces, está automatizada en nuestras acciones y pensamientos inconscientes que son más o menos observables entre el sueño y la vigilia de las 3 am. Ahí es donde vemos al inconsciente jugar con el programa que quiere instalar, las creencias que quiere reforzar, las esperanzas que decide esposar (espouse), los miedos que parece que tiene que mantener.  

Estás últimas semanas he encontrado a un Victor diferente merodeando estas horas insondables de realidad. Primero que nada, no hay una prisa inmediata de volverme a dormir. La ansiedad por “cumplir con mis horas de sueño” y el no “querer estar hecho basura al día siguiente” ahora juegan con la posibilidad de que “algo puedo aprender” por estar despierto a esta hora. (por supuesto que me debato si prender el celular o no para tomar notas, porque una vez que lo hago usualmente es un viaje de por lo menos dos horas, y ahora, con el cambio de horario, el primer rayo de luz está más próximo y eso es algo que no pretendo recibir despierto).

Aunque siempre arriesgo un espiral de ansiedad al darle a mi cabeza rienda suelta para pensar a esas horas, esta mentalidad de “escuchar al inconsciente” me ha sido útil e interesante. Últimamente mis espirales han sido menos sobre pendientes por cumplir o miedos por sortear, y se han vuelto más, con ayuda de mi yo consciente por supuesto, para darme cuenta de errores cometidos, perdones que pedir, prisas por eliminar, y, sobre todo, juicios de mí mismo que podría suavizar. 

 
 

Estar leyendo a Lipton y Dispenza me han hecho querer estar medio-despierto-medio-dormido y aprovechar para instalar o reforzar una nueva creencia sobre mí, o sobre lo que creo de como funciona el mundo. Si mi ansiedad de siempre me habla de un mundo inhóspito, competitivo, difícil y escaso; mi nuevo consciente, que quiere programar al inconsciente de siempre, quiere instalar nuevas creencias de que el mundo es hospitalario, colaborativo, agradable y abundante. 

Porque, -y esto es algo que rara vez digo, pero lo creo al 100%-, la mayor tragedia no es nacer quien se es, sino creer, o más bien ni siquiera saber que es una creencia, que uno no puede cambiar o crear a alguien nuevo.  Así que si la mayor tragedia es no darme cuenta que puedo cambiar y crear, el mayor regalo es permitirme soñar o ir tejiendo la creencia de saberme merecedor de la capacidad de soñar y de tener la suerte de despertar sin que ese sueño se olvide. (Aunque pueda ir cambiando con el tiempo). 

Por eso tomo notas. Porque de ahí derivan estos artículos, de los que, a su vez, derivan más formas para reprogramar mi inconsciente. Porque siento que escribir públicamente me ayuda a legitimar y aterrizar cosas que pienso y, al compartirlas, se vuelven más realidad porque cobran una mayor prioridad ante los otros 50,000 pensamientos que pienso al día y que son repetitivos y automáticos. 

Pero, aún más importante, estas notas me permiten acordarme de actuar de otra manera una vez que despierto. Por ejemplo, me recuerdan de sacar una conversación que se ha rezagado, o poner atención a eso que el inconsciente está murmurando y que usualmente muteo (mute) al volverme a dormir y que mantengo muted al estar despierto. 

Como hoy, que ando de vacaciones y noto a mi inconsciente reaccionar de formas diferentes a las que usualmente siento cuando me alejo de la oficina y de la rutina: De estar disfrutando mis vacaciones sin sentir que el mundo se vendrá abajo con una súper crisis; O de escalar las grandes rocas con mis hijas y saber que se pueden caer en cualquier momento, pero que prefiero correr el riesgo a que se caigan, a que nunca aprendan a que las rocas (también las que no son de roca) se pueden subir.

 
 

Y también, como hoy, en el que a 2 días de estar de vacaciones ya hubo un par de gritos y enojos con M., porque ambos estamos en una situación nueva y el estrés de la no-rutina, -de lo no-automático-, es muy real también. 

Porque en este proceso de reprogramación que llevo viviendo en los últimos 3 años, es con M. en donde todo clashea(clash). Con ella es donde hay más variabilidad emocional. Y hoy me dijo algo importante y en ese momento me dije a mi mismo: “esto es tan importante que no se me va a olvidar”.  

Pero ya se me olvidó. 

Pero ahora lo recordaré porque mi inconsciente siempre está escuchando.   

Ya me acordé.

Lo que M. me reclamó fue que no vacié el agua negra de la casa rodante en donde estamos, y cuando ya se había llenado el tanque, me dijo: “¡Te Dije!”. Y yo reaccioné como si yo fuera un fallo y le dije: “Yo no te reclamo cada vez que haces algo mal. Si así lo hiciera, te diría una lista enorme”. (Y en mi cabeza si tenía esta lista, cómo esperando a que sea el momento de sacar las cuentas para ganarle) (Aunque afortunadamente también, inconscientemente se me ha reprogramado el no sacar esas listas en medio de las discusiones porque ya sé que eso termina siendo mucho peor) (Aunque mi inconsciente, eso si, las sigue contando y guardando) 

Lo que si le pido, para no esperar a decírselo en un momento de enojo o arrebato emocional, lo que no quiero guardar en una lista que nunca voy a sacar, es pedirle, por ella, que trabaje el perdón y el perdonar. El no cargar rencor (qué es lo mismo que perdonar), el no imaginar cosas malas para los enemigos (que es lo mismo que perdonar) y soltar la negatividad, las acciones, las muecas, así como el no-hacer, de otras personas.

Es lo único que me gustaría recomendarle y que, en efecto, estoy recomendando al escribir estas palabras y al ella estarlas leyendo. Pero, como mi inconsciente siempre ha sabido, aunque mi consciente se ha negado a ello-, todo lo que recomiendas a alguien más es lo que te falta de ti mismo. Porque cada vez tengo más pruebas (de las que le gustan al consciente) de que aquello que no nos gusta de los demás es lo que no nos gusta de nosotros mismos. 

Y lo que ella me recomendó cuando le dije: “Yo no te reclamo cada vez que haces algo mal”., fue muy claro y directo: “Lo único que tienes que hacer, es decir: ´tenías razón´, y ya”.  Claro. Ese es todo el punto. M. tenía razón y ya. 

Si mi esposa me hace ver algo que hice mal no tengo que: 

  • Escudarme

  • Interpretarlo como si yo soy un fallo

  • Defenderme y agredir de regreso

Lo que tengo es que estar conscientemente consciente que mi inconsciente es el que procesa este comentario desde sus propios paradigmas de insuficiencia de sí mismo y del mundo, y al ser estos paradigmas tan llenos de miedo a quedarme solo, o miedo a no agradarle a otras personas, (y mas importante a mi propia esposa), entonces si, lo que me está diciendo es algo completamente diferente a lo que yo estoy escuchando. 

Anais Nin lo decía muy bien: “No vemos el mundo como es, sino como nosotros somos.” Mi esposa, por ser alguien tan cercana, tan importante en mi precaria vida, sus comentarios, muecas o issues personales (porque también los hay), atraviesan la interpretación del consciente y solo ejemplifican lo que mi inconsciente ya cree de sí mismo y del mundo. Ahora se me está ocurriendo que mi inconsciente es tan cabrón que podría darse la situación en la que yo cometa un error y mi esposa respondería con un “te amo”, mi inconsciente está tan arraigado en sus paradigmas de insuficiencia que tal vez interpretaría ese ”te amo” como un comentario sarcástico y agresivo y no como de comprensión y amor. 

Y justo, este es el otro punto por el cual mi inconsciente me despertó esta noche para exigir observar ese comentario de “Te dije” y tal vez, al escribirlo y publicarlo en unos días, pueda reprogramarlo: Si alguien te dice “Te dije” para mostrarte que lo pudiste haber hecho mejor, tan fácil como contestar: “Tenías razón” y ya. Tan fácil y tan difícil al mismo tiempo.

Así como el juego del consciente e inconsciente nunca termina de ser muy claro, porque a veces vemos cosas que no están ahí y otras veces no vemos cosas que si lo están, siempre estaremos en el laberinto o la espiral de los espejos, interpretaciones, sueños y lenguaje. Y entre todo eso, esta nuestra experiencia de vida. Nuestro sentir de lo que se siente vivir. De lo que se siente ser uno mismo. 

Lo que sí puedo decir a estas altas y no-tan-claras-alturas de la noche, es que somos privilegiados los que podemos no solo preguntar ¿por qué? Sino: ¿para qué?

¿Para qué me despertó mi inconsciente a las 3:12 am?

¿Será que fue mi inconsciente o solo mis ganas de ir al baño?

¿Será que estoy despierto?

Mejor me vuelvo a dormir, no vaya a ser que salga el sol y me confunda aún más. 

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* Wegner, Daniel. 2002. The Illusion of Conscious Will. MIT Press. / Wilson, Timothy. 2002. Strangers to Ourselves: Discovering the Adaptive Unconscious. Belknap Press. 

 

Victor SaadiaComment