Hoy tuve una experiencia religiosa_
Hoy tuve una experiencia religiosa. No sé de que otra forma llamarla, aunque seguro hay miles formas de hacerlo. Son esas experiencias de asombro, de sentirte chiquito y grande a la vez, de sentirte conectado con la vida y con la post-vida de una manera innegable, cierta, segura, inconfundible y contundente. En inglés le dicen AWE (de ahí viene la palabra “awesome”, pero eso le quita la fuerza de lo que realmente se siente).
En fin. No estaba haciendo nada especial. Ni viendo una película, ni viendo el mar, ni viendo a mis hijas, ni fumando, ni con alcohol, nada. De hecho, la acabo de tener hace unos minutos cuando son las 9:18 am y lo único que he tomado es un café lungo de Nestlé de máquina. (aunque, como mucho saben, el café es un psicotrópico también).
La experiencia sucedió leyendo unos párrafos sobre los orígenes de la vida en la tierra. Me remontó a la secundaria cuando en alguna de las clases de biología medio que te explican que la vida surgió hace billones de años de una sopa primordial donde se mezclaban elementos, fuerzas, luz y sombra. (Bueno, también en la clase que le seguía a esa, la de biblia, leías una historia similar del origen de la vida y del ser humano. También de una sopa primordial hecha de elementos, fuerzas, luz y sombra, solo que esa tenía adicionalmente las manos de alguien que sabía lo que hacía).
Leo los párrafos y no puedo creer (aunque el hecho de creer es posibilitado precisamente por ello) que mis ojos, mi cerebro, mis neuronas, están al menos fugazmente, concibiendo el origen de la vida y todos los millones de operaciones que suceden cada milisegundo para poder respirar, pensar, ver, digerir, sentir el piquete de mosco de la noche anterior y escuchar a tus hijas en el cuarto de a lado, todo al mismo tiempo. Cada fracción de segundo el universo hace triillones de cálculos para decidir quien somos el día de hoy. Con una cantidad infinita (¿qué es el infinito?) de posibilidades en las que se puede manifestar: ¿cómo puedo tener una consciencia que piense sobre su propio origen y se vea literalmente en el espejo de un gúgol de transacciones que están sucediendo para poder encarnar este momento?
Leí que la vida en la tierra inició hace 3.8 billones de años. Tal vez 750 millones de años después de la formación de la tierra. Moléculas orgánicas simples se formaron espontáneamente (¿y esta palabra que es?) en la atmósfera temprana. Como los experimentos de Stanley Miller de los años 50´s mostraron, al meterle cargas eléctricas a una mezcla de hidrógeno, amoníaco y agua, se replicaban las condiciones de la atmósfera temprana y esto llegaba a producir aminoácidos simples. Aunque éstas moléculas orgánicas aún no eran células.
Las primeras células fueron creadas cuando apareció (otra vez estas palabras raras “creadas” “aparecer”) otra molécula orgánica llamada ácido ribonucléico, misma que estaba envuelta en una membrana llamada bicapa de fosfolípidos, que sigue siendo la base de todas las membranas celulares humanas modernas (¿modernas?). Esta bicapa protegía el ARN de las severas condiciones del ambiente externo posibilitando la auto-replicación. Estas células primitivas vivían, o sobrevivían, en un mar de nutrientes, pero siempre estaban al borde de la extinción (esto me suena conocido).
Pasaron algunos billones de años y estas células procariotas (wikipedia: Una célula procariota es un organismo unicelular, cuyo material genético se encuentra disperso en el citoplasma, reunido en una zona denominada nucleoide) evolucionaron en formas más complejas, denominadas, obviamente, eucariotas, que contenían núcleos y organelos. Y estos núcleos contienen todos los genes necesarios para la reproducción. Después apareció por otro lado la mitocondria, que hizo una alianza simbiótica con estas células porque le proveía energía, mientras que la célula, la protegía. Esta alianza sigue en pie billones de años después y hoy, todas las células mamíferas tienen mitocondrias a excepción de los glóbulos rojos.
Bueno, la clase de biología puede seguir. Pero tal vez no es una clase de biología nada más. Porque tan pronto utilizamos el lenguaje (¿otra generación espontánea?) para describir algo que nunca nadie pudo presenciar, no podemos salirnos de la idea de que esa biología está formada de palabras que esconden, sí o sí, ideas preconcebidas de lo que es la vida o tal vez aún más atrevido, del propósito de la vida.
Utilizamos palabras como “crear,” “aparecer,” “evolucionar,” “simbiosis,” describiendo una situación teleológica (esta palabra si me la sé, se refiere a que las cosas o procesos tienen un fin definido y concreto) pero poco sabemos si existen o no razones de nuestro existir. Es muy diferente dar una explicación de las cosas que tuvieron que suceder para estar donde estamos, que deducir de ello, a ciencia (o religión) cierta, hacia dónde vamos. Aunque creo que nunca podremos salir de ese embrollo por que las palabras que escogemos para describir la biología -o la física o, la química, o lo que sea-, siempre tienen escondidas creencias que atribuimos a las cosas. (Si llamamos a Dios con su artículo masculino, si escogemos usar la palabra “crear” en vez de “evolucionar”, si nos atrevemos a hablar de un “principio”, o como ya dije, si creemos que vamos hacia alguna dirección definida).
¿Hay un propósito en la vida? ¿Está codificado en la biología? ¿En el hidrógeno, amoniaco y agua que somos? ¿Por qué puedo yo preguntarme esto, asombrarme de poder decirlo, de poder escribirlo, de que tú lo estés leyendo?
Ahora estamos en tiempos de hacer propósitos, se termina el año y empieza otro. ¿Cuán ligados están nuestros propósitos del 2022 a los propósitos de estas células minúsculas que somos? ¿Será que como organismos multicelulares coordinamos propósitos comunes con los componentes que nos componen? ¿Qué hay de los billones y trillones de bacterias y hongos que también nos componen? ¿Qué hay de las demás personas, amigos, vecinos, líderes, enemigos que nos componen como cuerpo social y que también están planificando sus propósitos del año nuevo?
Y veme otra vez. Divagando porque no sé cuál es el propósito de este escrito tampoco. ¿Será que no hay propósito? ¿Será que las mitocondrias, los citoplasmas, las vacuolas (de esta me acuerdo muy bien que son las que expulsan el agua de la célula para equilibrarla) están en conversación para organizarse alrededor de un propósito inventado? ¿Será que uno convence al otro de lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer? ¿Qué le anticipa miedos de lo que puede suceder al día siguiente, o al año siguiente y entonces se alinean para poder vencer, sobrevivir, lograr? Que se acerca la extinción de más y más especies; que se acaba el Amazonas y el oxígeno; que la polarización social es irrevertible; que se viene la inflación y la crisis económica; la manipulación de los gobiernos y las corporaciones; que hay una pandemia de ansiedad; que no nos dará tiempo de terminar todos nuestros pendientes de fin de año y, como suele suceder, terminaremos aventando todo para unos merecidos y mandatorios días de descanso (porque Dios también descansó, aún con muchos pendientes por terminar).
¿Será que mis miedos del 2022 se comparten contigo y eso nos hará simbióticos? ¿O será que mis miedos se comparten contigo y justo por eso seremos enemigos para ver quien gana? ¿Quién ganará los recursos de dinero, de atención, de prestigio, de seguridad?
Hoy no hay duda que estamos aquí (tal vez esto es lo que detona la experiencia religiosa en mí), por la cooperación multicelular que las células primitivas empezaron a tener y que se fueron sofisticando y complejizando a lo largo de milenios y bilenios. Por haber encontrado los idiomas para poder conocerse, planificarse, re-configurarse. Para salir de la supervivencia aislada y entrar a la vivencia colectiva. A esa interdependencia que nadie dirige, pero que todos, por alguna fuerza, obedecemos la mayoría de las veces de forma gustosa. Como la necesidad de tomar agua, de vaciar la vejiga, de voltear a ver a una mujer u hombre que nos parece atractivo.
No puedo creer que en este segundo hay lenguajes que no puedo comprender y que, milagrosamente (no existe otra palabra) constituyan este momento presente. Me tienen en este cuarto con paredes groseramente amarillas, con un ligero dolor de espalda que me previno de hacer ejercicio en la mañana, preguntándome si la biología, la religión y el lenguaje no son una y la misma cosa. Apresurándome por la presión que siento de empezar mi día de reuniones hacia un propósito olvidado, re-creado, de lo que debe de suceder hoy y hacia lo que supuestamente quiero construir para el futuro.
Y la noción de esta taza de café que me acabo de terminar y está aquí por la cooperación multicelular de cientos de personas, bacterias, plantas, soles, hongos, vientos, motores, dioses, bolsas de plástico, palabras, dólares, y ejecutivos en el corporativo de Nestlé, que hacen posible que yo me tome esta taza, se me altere un poco la mente y el corazón, y me haga escribir esto que tú estas leyendo, muy probablemente con la misma taza de café en la mano y todo un día por delante.
La experiencia religiosa-biológica sucede todo el tiempo. Ahorita. ¿La sientes?
Feliz Día y Muy Feliz Año Nuevo.