De un Martillo a una Caja de Herramientas: La Industria de la Salud_

Los que trabajamos en la industria de la salud sabemos que ésta va más allá de tener hospitales y quirófanos, más allá de tener acceso a medicamentos y médicos, más allá de respirar aire limpio y comer saludablemente. La salud también depende de la comunidad en la que vivimos, nuestras ideas, nuestra cultura y la forma en la que vemos la vida en todas sus esferas. La salud de una persona o una comunidad, depende de la salud de otros sistemas: el económico, el medioambiental y hasta de la política.

Teniendo claro que la salud va más allá del correcto funcionamiento de nuestra bioquímica, empezamos a ser más conscientes y proactivos en saber que sea cual sea nuestro rol en esta industria, tenemos que actuar de una manera más coherente con esta complejidad inherente e inextricable de la realidad: La salud son muchas cosas al mismo tiempo.

Podríamos decir que hoy es el momento más avanzado de la historia humana en todas las áreas del conocimiento. Sabemos más de química que nunca, más de medicina que nunca, más de genética y de biología que nunca. Pero de muchas formas nos damos cuenta que aún con todo este conocimiento, no hemos logrado realizar todo el potencial que tenemos en esta industria y esta profesión.

Como lo dice la Asociación Médica Americana (AMA): “Aún cuando un médico aprenda a la perfección toda la ciencia básica y toda la ciencia clínica disponible, si no tiene un pensamiento sistémico en relación a la salud, no tendrá a sus pacientes, ni a si mismo, en completa salud”. (Skochelak, 2017)

El cuerpo humano es un sistema que está compuesto de varios subsistemas fisiológicos que están interconectados de manera holística: Los sistemas respiratorio, circulatorio, neurológico, endócrino y musculoesquelético se comunican entre sí y son interdependientes, al mismo tiempo que interactúan con el ambiente exterior y reaccionan a él para sobrevivir, adaptarse, crecer y desarrollarse. Este sistema del cuerpo humano, es, a su vez, parte de un mayor sistema social y cultural compuesto por la familia, la comunidad y el país en el que vive. De la misma forma, ese mismo cuerpo humano y este mismo sistema social, son parte del ecosistema natural en el que está inmerso.

El Martillo: El Pensamiento Reduccionista

Nuestra preparación académica y la forma de pensar que hemos heredado de nuestra cultura, sigue siendo una forma de pensamiento reduccionista y separatista que intenta disgregar las áreas de conocimiento en pequeñas partes para hacerlo más manejable y entendible. Este pensamiento científico-cartesiano ha sido súper poderoso para poder crear la modernidad, la tecnología y los grandes avances de las civilizaciones. Pero, al mismo tiempo, esta manera lineal y unidimensional de pensamiento, ha creado superestructuras que nunca han perdido su interdependencia, aunque nosotros no hayamos sido entrenados para comprenderla en su conjunto.

De la misma manera, en el mundo de la salud, el pensamiento lineal ha supuesto grandes avances pero también grandes problemáticas. Si bien decenas de estadísticas nos pueden alentar en que vamos en la dirección correcta (siendo el sostenido aumento en la esperanza de vida como el ejemplo más importante, aunque por primera ocasión está presentando una tendencia decreciente debido a la prevalencia de obesidad y diabetes), también hay decenas de estadísticas que muestran que los problemas de salud son peores que nunca (como la epidemia de enfermedades crónicas y sus astronómicos costos humanos y económicos, o los grandes números de ansiedad y depresión en las poblaciones, entre otros).

El pensamiento reduccionista (término que no uso de manera peyorativa, pero si, precisamente, reduccionista), nos ha hecho pensar que el ser humano, el individuo, esta separado del medio ambiente, de su comunidad, de las condiciones culturales en las que vive. Por lo tanto, su salud -o mas bien su “ausencia de enfermedad” que es como muchos lo entendemos- siempre será manejada de manera muy localizada y sesgada a sólo ver problemas o soluciones únicamente con las herramientas que tenemos a la mano y que, al usarlas, nos dan una sensación de control, aunque eso no ha garantizado su total efectividad.

Esta falta de efectividad se debe a que en el paradigma tradicional reduccionista concebimos que todo funciona como una máquina (por ejemplo como un reloj o un motor), y por lo tanto, cuando algo se avería, lo único que hacemos es buscar la pieza que está fallando y reemplazarla por una nueva. El problema surge cuando varias personas pretenden encontrar la pieza averiada, pues para unos el problema depende de un elemento mientras que para otros se trata de algo completamente distinto.

Por ejemplo, si eres nutriólogo verás a la diabetes tipo 2 como un tema de nutrición únicamente y por ahí vas a intervenir; si eres médico tal vez lo veas como un desapego al tratamiento farmacológico y eso es lo que querrás corregir; si eres genetista, tal vez lo veas como un tema genético; si eres químico lo verás como un tema de hemoglobina glucosilada; si eres un sociólogo lo verás como un tema de cultura e ideología; si trabajas en una ONG lo verás como una conspiración de la industria alimentaria; si trabajas en políticas públicas lo verás como un tema de población desobediente; si eres psicólogo lo verás como consecuencia de depresión; si eres activista lo verás como un tema de justicia social; y si eres paciente probablemente percibas que tu diabetes es tu culpa personal por no saber comer y no querer ejercitarte.

¿Quién tiene la razón?

Todos. La salud son muchas cosas al mismo tiempo.

Para utilizar una analogía conocida: si lo único que tenemos es un martillo, entonces veremos todos los problemas como una serie de clavos. Me aventuraría a decir, entonces, que nuestro martillo ha sido el pensamiento científico y reduccionista, vastamente poderoso, pero ya no útil con la creciente realización de que los problemas están inequívocamente interconectados.

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La Caja de Herramientas: El Pensamiento Sistémico

El análisis de la complejidad y la síntesis del pensamiento sistémico son nuevos lenguajes y herramientas que nos están permitiendo ampliar nuestras perspectivas y salir de los reduccionismos para poder comprender de una manera más completa (mas no total) la profunda interdependencia de los sistemas que conforman la salud de un individuo, de una familia, una sociedad o de la especie.

Como proveedores de servicios de salud, el pensamiento sistémico nos reta a entender y a actuar a través de las múltiples interacciones e interdependencias de todos los elementos y procesos que conforman lo que denominamos salud o bienestar. Este pensamiento asume que el comportamiento humano, tanto individual como colectivo, no es lineal sino multifactorial y multidimensional.

De hecho, como civilización siempre hemos pensando y actuado de manera sistémica, pero al vanagloriarnos de nuestros logros, olvidamos darnos el crédito de que así lo hemos hecho. Como dijo recientemente Bill Gates en referencia a los sistemas: “Jonas Salk fue un científico maravilloso, pero esa no es la única razón por la cual estamos a punto de erradicar la poliomelitis de este planeta. Esto también se ha logrado gracias al esfuerzo coordinado de miles de profesionales de la salud, ONGs, empresas y gobiernos. Cuando celebramos héroes individuales en vez de los sistemas que produjeron los avances, nos perdemos una gran cantidad de información muy valiosa. (Johnson, 2020, viii)

Jonas Salk fue un héroe, pero los héroes nunca actúan en aislamiento. Y en nuestra búsqueda de tener héroes únicos que nos saquen del problema (un medicamento novedoso, un avance tecnológico increíble) olvidamos que, si bien los héroes son necesarios, lo que es más necesario es poner atención al sistema donde estos héroes nacen, se desarrollan e impactan. Jonas Salk fue un héroe pero también lo son todos los demás actores (humanos, tecnológicos y ambientales) que permitieron que sus descubrimientos sucedieran y se diseminen por casi toda la humanidad.

El héroe -que no es otra cosa más que el profesional de la salud, el empresario, el secretario de salud-, solo puede llegar a ser héroe en la medida que comprende que todas sus ideas, propuestas y acciones, solo impactan si logran integrarse a varios niveles y escalas con los sistemas. En un mundo de creciente complejidad e interdependencia, los héroes del mañana son los que amplían constantemente su caja de herramientas con algo más que un poderoso martillo.

En un mundo donde la raza humana tiene la capacidad de crear más información de la que podemos absorber, propicia mayor interdependencia de lo que podemos administrar, y acelera el cambio a un paso mucho más rápido del que podemos estar al día, el héroe del mañana es aquel que armando con una nueva forma de pensar no se permite sucumbir ante el agobio de esta complejidad. (Johnson, 2020, 6; Senge, 1990)

Hoy en día, cualquier profesional de la salud, cualquier ejecutivo de una empresa de salud y cualquier tomador de decisiones de políticas públicas, tiene que ser un poco médico, un poco psicólogo, sociólogo, comunicólogo, empresario y hasta un tanto filósofo para poder pensar de manera sistémica y pasar su tiempo entendiendo y determinando todos los sistemas que influyen en la salud de sus pacientes, sus clientes y su población.

En el lado empresarial, queda claro también que las empresas privadas y públicas en salud, muchas de ellas nacidas en una era industrial, ya no son adecuadas para la complejidad de lo que hoy entendemos como salud. El negocio sigue siendo la enfermedad, la conexión mente-cuerpo no es atendida, el bienestar de los profesionales de la salud no se ve como fundamental, y las jerarquías organizacionales atienden el tema de la salud como un tema mecanicista y transaccional.

Es por ello que la misma Organización Mundial de la Salud hace continuos llamados a pensar de manera sistémica para “acercarnos a la solución de problemas como parte de un sistema dinámico mucho mayor al inicialmente planteado. El pensamiento en sistemas involucra mucho más que una reacción a la circunstancia actual y requiere una comprensión mucho más profunda de las interrelaciones, interacciones y comportamientos de los elementos y los sistemas que caracterizan el sistema mayor.” (de Savigny, 2009)

Por supuesto que existen muchas barreras para adoptar este tipo de pensamiento y empezar a tomar acciones de una manera más integral. Algunas barreras tienen que ver con la constante presión de tiempo en la que vivimos y nuestra voluntad de no querer salir de nuestra “zona de confort”. Pero cada vez somos más personas que en conjunto estamos desarrollando nuevas herramientas para poder dar el siguiente paso de manera más estratégica, enfocada en el futuro, centrada en lo humano, y mucho más sistémico de los que nos hemos permitido hacer hasta ahora.

El pensamiento en sistemas evoluciona nuestra dimensión mecánica hacia una dimensión humana (y usamos esta palabra porque, por suerte, “humano” sigue siendo algo que nos permitimos estar redefiniendo constantemente). Esto conlleva una incomodidad inevitable -¡tan solo porque estamos cambiando nuestra forma de pensar y actuar!-, y por eso tenemos que encontrar una manera para que emocional y psicológicamente esta evolución sea lo mínimamente segura para poder atrevernos a ser más creativos y disruptivos en la creación de nuevos círculos -o espirales virtuosos-, de crecimiento, colaboración, y, si, salud.

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