El Frío a mi también me llamó_
El frío a mi también me llamó una tarde que manejaba por la Ciudad de México y escuchaba una entrevista que le hacía Tom Bilyeu a Wim Hof.
La incredulidad de Tom ante las hazañas de Hof hicieron que me quedara escuchando los 45 min de la entrevista sin poder creer o sin querer creer que lo que decían ahí era verdad:
_ Correr medio maratón por el Círculo Polar Ártico descalzo y en shorts
_ Nadar la distancia de un campo de futbol americano debajo del hielo sin respirar.
_ Subir las montañas más altas del mundo como Kilimanjaro y Everest, sin respiración asistida, sin playera, en shorts y chanclas.
_ Correr un maratón por el Desierto de Namibia sin tomar agua.
_ Quedarse en un contenedor lleno de hielo por casi dos horas.
_ Controlar la respuesta immune de su cuerpo después de que le hayan inyectado una toxina debajo de la piel.
“De seguro tiene una mutación genética. Seguro es la versión milenial de David Copperfield. Seguro que nada de esto fue comprobado por autoridades”.
Todo esto lo pensaba mientras escuchaba la entrevista de un señor con 26 records mundiales, que parece loco, que habla un inglés bastante raro y que va predicando a cada frase que todos tenemos ese poder dentro de nosotros mismos.
“El frío ha sido mi maestro”, decía Hof. “El frío sanó mi cuerpo/mente”. “El frío me llamó y salvó mi vida después de que mi esposa se haya suicidado”.
Algo de estas palabras me cautivó. Yo he tenido miedo al frío toda mi vida. Todos me conocen por tener las manos frías, por abrigarme hasta las chanclas para entrar al súper, por sufrir las nevadas cuando viví en Nueva York.
¿Podría ser que mi relación con frío ha sido aprendida y podría ser cuestionada?
Mientras Wim Hof decía que si (y que lograrlo traía demasiados beneficios al sistema inmune, al endócrino, al vascular, al metabólico); también decía que el paso principal radicaba en ponerse voluntariamente en una situación incómoda y: Relajarse.
¿Qué? ¿Relajarte mientras de metes a una tina a 1 grado centígrado?
Mi escepticismo sigue vigente aún hoy que llevo más de 8 meses bañándome con agua fría todos los días y que meterme a un baño de hielos de vez en cuando se ha vuelto una de mis actividades favoritas. Y necesarias.
Cada mañana que despierto le tengo miedo, y cada vez que decido prender el agua, meterme, e intentar relajarme, todo cambia para mi.
El frío, así como cualquier cosa que le tenemos miedo o nos incomoda, es nuestro maestro. Y yo estoy muy agradecido por haberlo encontrado.
Me mantiene mas presente en mi vida y en la voz que me habla a mi mismo todos los días. Me da mas claridad. Me reconecta con algo primordial porque desnuda mis miedos y me permite verlos a la cara. Me recuerda que puedo re-aprender muchas de las cosas en mi vida. E inventarme la persona que quiero ser.
El frío constante me ha replanteado lo que entiendo por Sufrimiento. Control. Poder. Enfermedad. Respiración. Estrés. Sobrevivir. Soltar. Ser.
Lo mejor de todo es que no puedo jactarme de haber aprendido todas las lecciones que el frío ofrece. Me contento por poder entrar a clase cada mañana y empezar desde cero. Con humildad, con expectativa y con una potencial euforia, por no decir revelación, que sucede en una regadera de 1 x 1 sin que nada ni nadie cambie, todos los días a las 8:30 de la mañana.