Soma_
Vamos a hacer un ejercicio.
Párate donde estás y planta tu cuerpo sobre tus dos pies.
Ahora, afloja las rodillas y suelta tus brazos a los lados.
Cierra los ojos y lentamente permite a tu cuerpo empezar a temblar.
Deja que tus brazos se sacudan, que tu pelvis suba y baje de manera constante, que tus manos vayan liberando esa energía retenida.
Hazlo sin forzar por unos minutos.
No te lo imagines. No sigas leyendo. Para leer este texto de forma correcta tienes que pausar aquí y pararte a temblar por un par de minutos. Yo también lo voy a hacer. Ahora nos vemos.
-o-
Bien.
¿Qué sientes?
Yo me siento despierto. Casi como si temblar fuera algo necesario que mi cuerpo pedía sin que yo lo supiera.
¿Es así contigo?
Si no me hiciste caso y te quedaste en tu silla o tu cama, de verdad, regálate dos minutos de temblar antes de continuar leyendo. Si no quieres que te vean, vete al baño. Si vas manejando pon pausa y espera hasta que llegues.
-o-
Mi intención es escribir sobre el cuerpo. Ese cuerpo que olvidamos salvo cuando lo criticamos en el espejo o cuando nos duele la panza y nos recuerda que ahí está.
Pero si escribo sobre el cuerpo y no lo experimento caigo en la misma trampa de siempre: intelectualizar, explicar y definir lo que la mente, el lenguaje y la ciencia nos dicen lo que el cuerpo es.
Cuando lees una novela llena de actos sexuales, o ves un acto sexual en pantalla 4K con sonido surround y vibradores en el sillón, nunca podrá ser igual a experimentarlo en carne viva. El cuerpo tiene muchos más lenguajes a los que jamás podremos acceder con palabras o tecnologías.
¿Crees que algún día podremos describir, explicar y predecir los millones de interacciones que suceden en este segundo en tu cuerpo para que puedas entender y sentir estas palabras?
¿Cuánto cambia tu vida cuando te dejas llorar a moco tendido? ¿O cuando te paras a bailar de felicidad?
Trata de recordar: ¿Te has sentido en algún momento de tu vida realmente feliz sin estar moviendo el cuerpo de alguna manera?
Si sientes ganas de vibrar un poco más, adelante. A mi también me da pena hacerlo, me tuve que ir detrás de la pared para que la persona de servicio de mi casa no me viera.
Pausa aquí y permítete sentir esa temblorina que tu cuerpo sabe cómo hacer y que no le has permitido hacer por tanto tiempo.
-o-
Pareciera que podemos quedarnos todo el día así. Ese sería un buen día. ¿no?
Bueno, ahora sí. Te voy a dar la comida para que tu mente reciba lo que espera de un texto. Pero recuerda, esta comida intelectual solo se completa si encuentras la forma de llevarla a tu cuerpo.
Pregúntate: ¿qué es lo que está anhelando tu cuerpo, no tu mente, tu cuerpo, sentir, al dedicarle tiempo a este texto? ¿Quién es el que anhela recibir algo cuando lees algo, o cuando esperas la quincena, o cuando checas si te dieron like? ¿Es tu mente o es tu cuerpo el que quiere sentir ese algo?
A mis siete años vi morir a Milo, el perro de mi vecina. La llanta delantera de un coche le dejó dibujada sus bifurcaciones antiderrapantes en su abdomen. Vi subir y bajar estas bifurcaciones mientras Milo daba sus ultimas respiraciones. Aún puedo ver el aliento final que dio, como si fuera un día de mucho frío y ese último aire caliente que soltó de su hocico se notó aún más.
No recuerdo si lloré. Tal vez por haber llorado es que hoy me acuerdo de la escena. Tal vez por no haber llorado es que me acuerdo de la escena.
A la mayoría de las personas nos cuesta trabajo recordar con claridad los eventos que nos llevaron a emociones difíciles. El abrumamiento es tal, que el mecanismo de supervivencia por el que hemos evolucionado nos aísla de esas emociones para poder seguir viviendo. Eso es lo que se denomina trauma.
El punto (por cierto: ¿te gusta mi tono intelectual explicativo?) es que esos eventos no se van a ninguna parte. Se alojan en algún lugar del cerebro, pero también del cuerpo, y terminan definiendo cosas fundamentales de nuestra identidad y formas de estar en la vida.
Hasta aquí nada nuevo en lo intelectual. Pero ¿cómo se siente tu cuerpo?
¿Cómo sientes la prisa por ya terminar de leer esto? ¿de llegar al punto o a la emoción que esperas, pero ya no sabes si tendrás? ¿Cómo siento yo mi ansiedad al juzgarme si este texto es bueno o es pura basura?
¿Cómo sientes la ansiedad ahora que recordaste el ver morir a alguien o algo que amabas? Al visualizar esas bifurcaciones negras aplastar lo que más quieres.
Y dime. Mejor dítelo a ti:
¿No se te antoja temblar esa sensación un poco?
Venga. Aprovecha. Yo no te voy a juzgar. Yo también quiero temblar esa emoción que está en mi cuerpo desde los siete años. También quiero temblar la vergüenza que tengo ahora por no saber si ya perdí a mi lector con este texto experimental.
-o-
A mi me gustaría que mi cuerpo tome más decisiones en mi vida cotidiana. Mi cuerpo sabe lo que necesita, pero lo he bloqueado por mucho tiempo.
Sí. Salgo a correr y me estiro en el yoga y me mastubro. Lo llevo a cenar a buenos restaurantes y le pido el menú de degustación. Pero si nadie me viera estoy seguro de que brincaría y gritaría y bailaría mucho más.
Me siento tan estúpido pasando mis días atrofiando la articulación más grande de mi cuerpo entre una silla y otra, entre un sillón y la cama.
¿Cuántos espacios le das a tu cuerpo para que haga lo que quiere hacer? ¿No solo tus piernas y brazos, pero tus cuerdas vocales, tu mandíbula, tu diafragma?
El otro un día un amigo me contó de una masajista de boca. Te mete las manos entre los dientes y te afloja lo que llevas reprimiendo en el maxilar por décadas.
Pero no eres solo tú el atrofiado y reprimido. También todas las personas con las que te topas todos los días. Nos tragamos el peso de la existencia y pensando que lo podemos explicar, nos tragamos la necesidad de gritar, de correr, de vibrar. Mi cuerpo, y ahora mi mente, está seguro de que comprendemos mejor al mundo cuando temblamos con él.
¿Alguna vez tu psicólogo te dejó pararte del sillón a gritar o el decoro los dejó a ambos atrofiados?
Ahora vamos a hacer algo extremo. Bueno, no. Vamos a continuar con algo más sencillo, para que nuestro condicionamiento no nos haga sentir que estamos locos. Para que no te vayas de esta conversación.
Haz el sonido: MMMMMMMMMMM.
MMMMMMMMMMM
Venga, usa tu garganta y regálate un MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
¿Qué sientes?
¿Relajación?
¿Locura?
¿Curiosidad?
¿Risa?
¿Prisa?
¿Hay una sonrisa en tu cara?
MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
Este es otro mecanismo para liberar estrés, no solo el de hoy, sino el de siempre. Utilizar tus cuerdas vocales y tu respiración para tararear activa el nervio vago, regula la respiración, libera óxido nítrico, hace vibrar el cuerpo y libera endorfinas. Por eso te dicen que cantes OHM cuando estás en el Yoga. No es un rezo, es una actividad somática. Porque dios habita en ti, porque dios es tu cuerpo y a ella o él o lo que sea, se le habla con el lenguaje del soma. Y así también es como se le escucha.
El OHM es una práctica ancestral que funcionaba desde antes de inventar la ciencia y el lenguaje. Se usaba porque funcionaba. Se hacía porque funcionaba.
Los buenos modales nos han reprimido a los mamíferos humanos los mecanismos más ancestrales de sanación: Aullar, gritar, sollozar, temblar, pegar, sacudir, gemir, chillar, tiritar, zarandear, agitar, bramar, llorar, rugir, convulsionar, ladrar, espasmar, suspirar, azotar, patalear, vibrar, berrear y brincar.
¿Cómo podemos tener una experiencia humana sin permitir al cuerpodios que somos hacer lo que sabe hacer? ¿lo que necesita hacer?
Si hoy estamos aquí, no es porque Pfizer inventó una vacuna y porque aprendimos a usar el bisturí, sino porque los abuelos de nuestros abuelos y sus abuelos dejaban a su cuerpo integrar todo lo que el mundo les aventaba encima.
El duelo no se explicaba. Se somatizaba. El miedo no se metía a un consultorio de caderas atrofiadas. Se brincaba y gritaba. Nuestros tatarabuelos se abrazaban alrededor del fuego y el moco y las lágrimas y las temblorinas y los aullidos al perder a sus hijos en la selva los regresaba a la vida. Esta tecnología lleva milenios.
¿No has visto el video de la liebre que corre para escapar del tigre y cuando está a salvo todo su cuerpo se pone a temblar de manera automática? ¿Y luego se pone a brincar de alegría porque sobrevivió?
A mi esto me suena mejor que ir a celebrar tu aumento con un tequila. O bueno, si el tequila te ayuda a pararte y a abrazar y a bailar y a agradecer con el cuerpo, entonces está bien. El tequila ayuda a tu cerebro a no juzgar lo que el cuerpo de manera instintiva necesita hacer.
Cuando pierdes a un ser querido las personas no te consuelan por lo que dicen, ¿o sí? Es más, porque están contigo, te abrazan, te besan, te alimentan. En algunos casos tiemblan contigo mientras no puedes parar de llorar. Es solo con el cuerpo cuando podemos terminar de doler lo que la mente duele.
Hoy me acaban de avisar que murió una mujer de mi generación con la que fui a la escuela. Mi mente luego luego se pone a explicar porque le tocó a ella y noto que lo hace para que mi cuerpo no tenga que sentir la incomprensión de la muerte.
Hoy no. Pero un día que no haya nadie en tu casa, échate un grito profundo. Grande. Poderoso. Déjate gritar como nunca te has permitido.
Cuando perdimos a mi cuñado hace 11 años, alguien de la casa no podía más de dolor y se puso a gritar. A mi me salió ese grito diez años después dentro de una meditación dinámica. Lo tenía atorado. ¿Cómo alguien no va a gritar desde lo más profundo de su ser cuando pierde lo que más quiere? ¿Cuántos gritos más tengo atorados?
MMMMMMMMMMMMMMMMMMMM
¿Cuál es tu objetivo con este escrito? Me preguntas.
Mi objetivo es llevarme a mi cuerpo. Quiero borrar el condicionamiento que tengo de pensar que soy una mente que utiliza el cuerpo para sobrevivir y transportarse.
Quiero estar más en mis sensaciones. Cuando como, cuando estoy en una junta, cuando alguien me roza la espalda.
Quiero usar el lenguaje para recordarme que el lenguaje no puede abarcarlo todo.
¿Cómo voy a sanar o ser creativo si me da pena mover lo que soy? y ¿por qué esperar a la fiesta del sábado o a la boda de mi hermana para brincar?
Quiero escribir de manera somática. Quiero vivir de manera somática.
Amo mi mente, amo el lenguaje. Amo la ciencia y la poesía y el conocimiento y saber de biología y astronomía. Amo poder escribir esto y comunicarme contigo con el lenguaje de los humanos. Pero quiero también, al mismo tiempo, dejar a mi cuerpo hacer lo que sabe hacer y así poder vivir en todos los matices de la existencia.
Quiero gritar a los dolidos que griten.
A los traumados que muevan sus caderas hasta que se rompan.
A los amorosos que se desnuden a explorar cada folículo piloso de su extensa piel.
Quiero que vibrar sea parte de mi rutina.
Quiero que cuando atropellen al perro de mi vecina ir a su casa y llorar con ella en el piso y pegar en las paredes y luego enterrarlo y bailar en esa tumba el ciclo eterno de la mentecuerpo.
Quiero que todos le pongamos más atención a la teoría polivagal de Stephen Porges, a las Cinco Leyes Biológicas del Dr. Hammer, a la Experiencia Somática de Peter Levine, a los Ejercicios de liberación de tensión y trauma del Dr. David Berceli, al trabajo transdisciplinario que está cambiando la psiquiatría de Bessel Van der Kolk y Gabor Maté, los trabajos de Louise Hay y del Dr. John Sarno. Quiero ir a las tribus de África y no aprender de ellos. Solo imitarlos.
Gracias cuerpo por llevar contigo a través de los milenios tantos tesoros que aún estoy por descubrir. Te quiero agradecer con palabras, pero sé que la mejor manera de agradecerte es quitarte poco a poco las prohibiciones que te mantienen robotizado y bien portadito.
Ahora me voy a poner una canción para bailar. ¿No hago todo en mi vida para poder llegar a soltarme?
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