Escherichia Coli

*Te recomiendo leer en la computadora o con el teléfono en horizontal, o escucharlo aquí.*

Mi mejor forma de escribir sobre bacterias y hongos
es con los ojos cerrados

si los abro, quiero usar el español, o las matemáticas, o la estúpida Biología que pretende saberlo todo.

si los cierro, las bacterias me hablan, me cuidan, me hacen sentir que soy un estúpido feliz.

Si este fuera un ensayo, un libro o una enciclopedia
pondría lo que las bacterias hacen por nosotros,
lo que los hongos,
hacen por la vida.

Usaría números grandes,
Gigantes,
que expliquen -sin lograrlo-
nuestra minusculinidad.

Hablaría del tiempo, como si
mi mente
pudiera ponerle un número a los billones de años, de eones,
que nos tienen aquí.

Wikipedia dice que algún día comprenderemos esas cantidades,
estas
diversidades.
Que lograremos meterlo todo en la Enciclopedia Galáctica.

Nombrar y aparentar comprensión.
Taxonomizar:
el mandato divino de la creación.

Nombro a Victor, a Ariel, a Juan José.
como si cada uno fuese un ente separado,
como si mis bacterias fueran mías y no tuyas,
como si la naturaleza estuviera allá,
y yo, Ariel y Juan José
acá.

Escribo esto en verso porque así es la vida
no solo es metáfora, sino que está
entre aquello que no nombramos.

Como la materia negra, las especies fugitivas, los mutualismos no comprendidos,
(dios).

La vida es la que está entre esta letra D y esta letra C.
Algunos lo leen como Después de Cristo, otros
como el alfabeto al revés, y otros,
no entienden estos jeroglíficos inventados ayer en la mañana.

Escribo con los ojos cerrados porque estoy harto de mi fe en nuestros lenguajes primitivos.
27 letras y 100,000 palabras,
no son suficientes.

La promiscuidad del universo jamás se reducirá a la decencia.

Para el reino fungi, el reino de la religión no es sino una bacteria más del ecosistema.
No por su insignificancia -que no lo es-
sino solo por su tamaño en el tiempo.

Helicobacter Pylori
Streptococcus Mutans
Escherichia Coli
Chlamydia Trachomatis
Clostridium Difficile

Que pinches nombres les dimos.
Así más fácil matarlas con Lysol, Listerine y Augmentin.

Somos memoria bilenaria pero nuestra atención está en el último story de Instagram.

Ahora los médicos y las supercomputadoras, quieren entender el microbioma. Lo usan para vendernos mejores shampoos.
Me piden que cague en un frasco y lo mande por FEDEX a Canadá.
Días después me devuelven 500 páginas con letras.
Somos presas de la enciclopedia.

Con los ojos abiertos, estos seres
aniquilan nuestras categorías de género,
remodelan nuestras ideas de comunidad,
estropean nuestra verdad de descendencia evolutiva.

Licúan nuestra noción del tiempo.

Con los ojos cerrados, me hacen sentir como un dios que desmorona y reconstruye:
amistad,
dinero,
amor.
Los hongos no tienen palabras para eso, pero eso es lo que son.
Y es lo que han hecho de nosotros.

Con los ojos cerrados, la frecuencia de este cuerpo es la misma que la del árbol que tengo enfrente.
Siento que puedo atravesarlo y reconstituirme al otro lado.


El rayo de luz, la clorofila, el O2 me acoplan al sol. A la mitocondria que dicen:
“es de otra especie”,
pero ni ella, ni yo, ni Jesús, ni siquiera Darwin,
aceptamos más
esa separación.

Soy bacteria teniendo una experiencia humana,
humano teniendo una experiencia micótica,
sol, experiencia animal,
silicón, experiencia social.

Las palabras me hacen traicionero.
Y los aldeanos de Sirius o de Vega,
o de Próxima Centauri,
no se dignan a venir por mí.

Pero termino de escribir.
Abro los ojos y descorcho el vino italiano. El queso francés, el pan vallesano.
La música vibra en este cuarto y brindo con estas bacterias que fermentan mi cena,
que la digieren,
y me mandan una señal alfabética de que soy un estúpido feliz.

Victor Saadia