[Retiro] Más hombres que no sepan ser hombres_
Cuando yo era niño mi papá me llevaba al vapor y a las regaderas del Deportivo.
Después de sudar un rato y escuchar las conversaciones de los adultos, llegábamos a la zona del baño y observaba a mi papá rasurarse la barba.
Con su mano movía el vapor del espejo y hacía un hueco para ver su reflejo, después llenaba su cara de espuma blanca que olía a adultez y se rasuraba con calma de abajo hacia arriba.
Yo lo miraba desde abajo y cuando terminaba, me prestaba el rastrillo y la pasta blanca para que yo pudiera rasurarme con la punta redonda, sin lastimarme.
Lentamente la pasta blanca se disolvía y mi piel aparecía de nuevo. Magia.
Repetimos este ritual por años, hasta que un día mis primeros vellos faciales aparecieron y con la maestría que había yo adquirido por tantos años, cambié el agarre del rastrillo y entré a la adolescencia.
Si bien aprenderse a rasurar no es un Rito de Paso para el cual hay una expo en el WTC para que te vendan ideas y proveedores, ese pequeño ritual de años espejea lo que son los Ritos de Paso.
Primero, la Fase de Separación.
Sucede cuando te alejas de tu estado actual y te preparas para pasar de un lugar a otro en la estructura social. Esta etapa comprende un comportamiento simbólico que señala el desapego de un punto fijo al que has pertenecido hasta ahora.
A menudo hay un corte del yo anterior que se manifiesta en acciones ritualísticas, como el corte de pelo de alguien que se acaba de unir al ejército.
Segundo, la Fase de Liminalidad
En esta fase de transición estás en el medio. Soltaste algo, pero aún no te arraigas en lo nuevo. Este periodo es necesariamente ambiguo y muchas fuerzas atraviesan tu identidad que está en proceso de cambio.
Tercero, la Fase de Incorporación
Se consuma al completar un rito y asumir una nueva identidad en el que vuelves a entrar a la sociedad con un nuevo estatus.
A lo largo de la vida pasamos por varios Ritos de Paso que son impuestos y repetidos por la comunidad. Tu Licencia de Conducir, el Bar Mitzvah o la Primera Comunión, dejar los pañales, la Graduación, la Boda, la Circuncisión, la Cinta Negra en el Karate.
Transitamos estos Ritos de Paso con cierta naturalidad, sin mucho grado de elección, y hasta eso, sin mucho grado de presencia. Son actos que hacemos para satisfacer a otros -para pertenecer a otros-, pero que, aunque nos expliquen el simbolismo, siguen siendo significados que vienen de afuera, o de un mundo que está ahí y yo solo tengo que acatar sus reglas y hacerme el entendido.
En nuestra sociedad, pasar de ser niño a ser adolescente a ser adulto, es más un tema de años y de vello facial, que un acto de elección consciente o de iniciación. Es más una serie de actos a los que somos empujados, que una serie de actos que nosotros elegimos. Más una serie de actos que nos alistan para las formas de vida conocidas, que para explorar nuevas.
¿Cuándo vamos a entrar a la adultez, a la masculinidad, a la hombría, desde un lugar de elección?
¿Cuándo vamos a morir ritualísticamente para renacer desde otro lugar?
Ser Hombre representa demasiadas cosas, pero la mayoría de ellas no son cuestionadas. Los ritos han funcionado para ser quién somos, pero tal vez ya no son suficientes para crear lo que queremos ser.
¿Cómo vamos a crear a esa persona, esa familia, ese negocio, esa comunidad, ese planeta si no elegimos ponernos en un lugar de liminalidad? ¿De estar en el margen? ¿En el no-saber?
¿Cómo vamos a incorporar, o dar cuerpo, a esa persona que deja de ser un autómata? ¿Qué no se la ha permitido sanar? ¿A veces ni siquiera se le ha permitido explicarse el porque le tocó como le tocó?
El Rito de Paso de la Masculinidad es un espacio de Silencio. De detenerse. De elección.
La iniciación, para muchos de nosotros, es prender un fuego a veces por primera vez, conseguir tu comida, a veces por primera vez, y sentir el mundo desde diferentes cuerpos: ¿Y si fueras una hormiga? ¿Un árbol? ¿Una mujer?
¿Y si fueras un mago, un guerrero o un rey?
El Rito de Paso para muchos es prender fuego con otros buscadores. Los que sostienen la incertidumbre y la esperanza en la misma mirada. Los que sostienen su pasado y su futuro en el mismo enunciado. Los que están dispuestos a soltar etiquetas y a aprender, con admiración, calma y curiosidad, a rasurarse primero con el mango, para después tomar la navaja.
¿Soy ya el padre que quiero ser? ¿El empresario? ¿El ciudadano?
¿Soy ya el hijo que quiero ser? ¿El hermano? ¿El líder al que intuyo que algún día puedo convertirme?
Si estás gritando por un espacio de iniciación, no eres el único.
Si estás recalibrando quién quieres ser, no eres el único.
Y que bueno. Necesitamos más hombres que no sepan ser hombres, aún.
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Waldemar Franco, Nirdosh Kohra y yo te invitamos a un espacio para sostener la iniciación. No para darla, no para enseñarla, sino solo para que juntos sepamos que estamos en ese proceso. Siempre, en ese proceso.
Está por empezar la Comunidad HerManDad. Nos veremos presencialmente en varias ocasiones para tejer ese espacio. No solo de presencia física, sino metafísica. Porque eso también puede ser la masculinidad.
Para más información, click aquí.