[Retiro] Campamento de Sobrevivencia
Cuando tenía 14 años mis papás me mandaron con mi hermano de 12 a un campamento de Río y Montaña.
Empezamos acampando en algún lugar del Estado de Hidalgo donde aprendimos a hacer fogatas, cazar animales pequeños, escalar rocas y bajarlas rapeleando.
Después nos fuimos a Veracruz donde pusimos a prueba nuestras habilidades aprendidas en la llamada “Noche de Sobrevivencia”.
Cada quien podía llevar únicamente:
- Una Navaja
- Un Plato hondo
- Una cuchara
- Y la ropa que tenías puesta.
Pasamos el día haciendo un refugio de palos y plantas para poder dormir al menos bajo un techo. Triunfamos y fracasamos: sobrevivimos la noche, pero se cayó la mitad de la estructura con la tormenta que se vino. Mi hermano amaneció junto a la fogata apagada, lleno de lodo y con moscas en el pelo. Todos nos pusimos a su alrededor y le cantamos la Canción del Niño sin Amor del Tri.
Me parece que todo el grupo éramos 19 niños y una sola niña. Mi primer recuerdo, el que más se pegó a la piel y al orgullo, fue la primera mañana despertando en la presa Hidalguense. Salí de la tienda de campaña a orinar con mis pantalones térmicos -los que son pegaditos como mallones de mujer-, y uno de los guías despertó al resto del grupo diciendo que había venido Fredy Mercury al campamento. Me acuerdo de esos mallones verdes, pero más me acuerdo de las risas de todos durante días. Tal vez ahí aprendí la palabra “afeminado”, tal vez ahí aprendí que hay que hacer todo para no parecer mujer, o homosexual, y tal vez también, a hacer todo lo posible para pasar desapercibido.
También traté de pasar desapercibido de mi hermano. Yo estaba entrando a la adolescencia y quería probar el cigarro y otras cosas de grandes, y no quería tenerlo de testigo. No porque me fuera a acusar -él siempre exploraba todo antes que yo- sino porque no quería darle el mal ejemplo. Tal vez ahí se afirmó una de las cosas más incomodas de la progenitura: el tener que ser perfecto para tus hermanos. Tener que esconderte de ellos, pretender que tienes las respuestas, que tu sí sabes del “deber ser” y que tu madurez se expresa al negar la inevitable curiosidad que todos tenemos al crecer.
¿Tenía yo que regañar a mi hermano cuando se rapó la cabeza cuando todos le echaban porras para hacerlo? ¿Tenía yo que protegerlo de las malas influencias?
Mi hermano pertenecía rápido porque no se ponía a dudar tanto. Si eso es lo que todos hacían, él lo iba a probar. Nunca olvidaré las repetidas torpezas que tuve frente a él, tratando de controlar las edades en la que cada cosa se supone que “son apropiadas”. Como los papás que se esperan a cierta edad para hablar de sexualidad con sus hijos, o los que creen que sus hijos siempre se van a creer la historia de que sus papás son santos y buenos. Como si los hijos, nunca verán lo contradictorios que son sus padres, aún desde los primeros minutos de vida en el hospital.
Te cuento esto porque en un mes, y por azares del destino, o no tanto, voy a regresar a ese mismo lugar a co-facilitar un retiro de Hombres para Hombres.
Entraré a la misma cabaña donde pasé una hora buscando alacranes después de que todos mis vecinos habían encontrado uno, y justo cuando ya había peinado la habitación entera y me disponía a dormir, ahí estaba mi alacrán esperando en la almohada.
¿Quién soy yo para regresar ahí 23 años después llamándome “Hombre”?
Mientras más lo pienso, más me doy cuenta que ser hombre no radica en haber vivido traumas y haber salido de ellos, ni en mostrarme como el más fuerte al que eligieron para escalar el Fistol del Diablo -una de las escaladas más avanzadas para niños de esa edad-, ni el que se avienta al río primero venciendo el frío y después yendo con fuerza a enfrentar rápidos como “El Escusado” o “La Bruja Blanca”.
Mientras más lo pienso, veo que ser hombre es repetir algo que hice a mis 14 años con ese grupo:
Una tormenta torrencial cayó justo cuando acabábamos de montar nuestro segundo campamento. Los ríos inundaron todo y se llevaron algunas tiendas de campaña incluyendo la ropa y las mochilas. Mientras nos refugiábamos en un techito de lona y veíamos la furia de la naturaleza y sentíamos el frío en nuestros huesos esperando a que las aguas cesen, se me ocurrió algo brillante:
Prendí la estufa portátil y preparé chocolate caliente para todos. Y entonces, cada quién con su taza, nos quedamos viendo la lluvia, los destrozos, las dudas que pasaban por nuestra mente de que pasaría con el resto del campamento si esta era apenas nuestra tercera noche.
Ser hombre, tal vez, es el que observa. Los traumas, los bullies, las dudas, los planes que cambian, las etiquetas y apodos, la pérdida de control.
Ser hombre es detenerse y observarlo todo. Mejor si encuentras la forma de que otros se detengan a observar también. Mejor aún, si es con chocolate caliente en vez de tequila.
23 años después soy EL mismo, pero no LO mismo. Y sostener un espacio de (auto)observación es mi rol de co-facilitador. Esa es la identidad que escojo como Hombre.
Te invito a unirte al próximo Retiro Hermandad. Se llevará a cabo en Picocanoa, Jalcomulco, Veracruz, del 6 al 10 de diciembre de 2023. Además del Retiro, será una comunidad de hombres que quieren elegir su forma de ser Hombres y evolucionar esa identidad a su propio gusto y a su propio tiempo.
Si bien este Retiro será completamente diferente porque nadie se baña en el mismo río dos veces, tal vez, con la observación correcta, nos vamos dando cuenta que no solo podemos sobrevivir, sino VIVIR aunque solo tengamos una navaja, un plato hondo y una cuchara.
Para más información checa la página web.